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O dose precisado a rozar los muros de Roma a su paso por Ita- lia, no han tenido siquiera la curiosidad de detenerse en la Ciudad Eterna, aunque sólo fuera con el pretexto de descan- sar? No se nos alcanzan los motivos que pudieron impulsar a Longfellow a hacer caso omiso de la capital del mundo cristiano y de la perdurable institución del Papado, en una obra de este talle, ya que la Cátedra de Pedro y el Imperio constituyen los ejes de la historia medioeval, y el poeta americano los hubiera podido convertir en fuente de inspiración. No queremos creer que el sectarismo le haya obligado a semejante omisión, ya que en tantas otras coyunturas de la Leyenda Dorada supo evitar tan peligroso escollo, ni podía por otra parte menos de ser de extraordinario interés la ciudad de los Papas para un Príncipe alemán del siglo XIII, cuando se daba ya poz definitivamen- te resuelto el pleito secular de las investiduras. ¿No resulta de consiguiente ilógico que Enrique de Hoheneck cruce toda Ita- lia, desde Génova hasta Salerno, sin dedicar una mirada a Ro- ma, sin permitirse un solo comentario de sus bellezas artísti- cas con Elsa, cuando tan minuciosas explicaciones le dió en la visita a la catedral de Estrasburgo? Puesto que el sacrifi- cio voluntario de Elsa podría considerarse como un símbolo de aquellos siglos de fe, estereotipados en los archivos de la Historia por la gigantesca empresa de las Cruzadas, lamenta- mos sinceramente que el inmortal poeta norteamericano Henry Wadsworth Longfellow, no hubiera añadido algunas de sus ma- gistrales pinceladas para dejar terminado el bellísimo cuadro de su Leyenda Dorada, verdadera joya de la literatura inglesa, que por arte y gracia del exquisito poeta D Tomás Gillín, queda engarzada a perpetuidad en el manto esplendoroso del idioma de Castilla, sobre el que ha de fulgurar para admiración y de- leitamiento de la generación presente y de las venideras, mien tras Jorge Manrique, Rodrigo Caro o fray Luis de León conta- ren sobre nuestro planeta con un solo lector, *AXR Leyente benévolo: Si algo útil y provecho- so hubieras quizá hallado en el recorrido de estas migajas históricas, si por ventura te han proporcionado algunos ratillos de solaz y dis- tracción, si acaso hicieron brotar un buen pen-

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