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| ' l l =— ¿88— del Rhin a la capital, fascinándole mediante un anillo por ella arrojado en un estanque vecino. A esta leyenda se refiere nues- tro poeta cuando supone a Carlomagno inconsolable y senta- do a la orilla del lago, porque su querida Fastrada no exis- te ya. (206) Hay dos pueblecillos del mismo nombre, muy vect- nos ambos, situados a las orillas del Rhin, a los cuales 'se les distingue por el accidente topográfico: Oberingelheim y Nie- deringelheim. Aunque el poeta emplea el nombre genérico, se refiere indudablemente al último de los dos, porque se cree haber sido la patria de Carlomagno. Niederingelheim poseyó en otro tiempo un celebrado Palacio, fabricado por el rey de los francos, y cuyas estatuas y pinturas han sido ponderadas por cronistas y poetas que tuvieron la fortuna de poderlas con- templar. Para su construcción envió desde Ravena el Papa Adriano importantes objetos de embellecimiento. En 1270 que- dó destruído por un terrible incendio, mas Carlos IV lo reedi- ficó en 1354. Sólo quedan hoy algunos restos insignificantes que pueden atestiguar la existencia de un edificio que la his- toria y la tradición se esfuerzan en representárnoslo de belle- za excepcional, Y para que los amantes de Baco no nos repro- chen una omisión en su concepto imperdonable, hacemos cons- tar de paso que el vino tinto de las cercanías de Ingelheim goza de gran celebridad. Pero, la verdad, a mí me hizo el efecto de un chacolí avinagrado la primera y última vez que lo caté, (207) Fué en lo antiguo la capital del imperio germánico. En el centro de la capilla imperial se encuentra una piedra con una inscripción moderna: «CAROLO MAGNO», en el lu- gar en que se supone haber estado el sepulcro primitivo de Carlomagno. Sobre la supuesta sepultura pende una magnífi- ca araña de cobre dorado, regalo del emperador Federico Bar- barroja a la iglesia en 1165. El trono imperial de mármol en el que fué colocado el cadáver de Carlomagno y donde conti. nuaba sentado cuando el año 1000 abrió el sepulcro Otón II, sirvió andando el tiempo para la coronación de los empe- radores germánicos. Puede consultarse a este propósito lo que dejamos dicho acerca de las leyendas sobre Barbarroja, nota 112. Se conserva también en la catedral el sarcófago en que este emperador mandó encerrar los huesos de Carlomagno y sobre el cual hay un grabado del Rapto de Proserpina. (208) Por ventura, una de las circunstancias que más nos llaman la atención en la Leyenda Dorada de J.ongiellow es que

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