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tarde Erigena, caricatura del mote primitivo en que patece haber tenido la primacía Tritemio. Nada tiene que. ver, pues, Juan Duns Scoto con la versión latina de las obras del pseudo- Areopagita llevada al cabo por instigación de Carlos el Calvo, según queda dicho, ni debe barajarse confusamente al hetero- doxo del siglo IX con el filósofo franciscano del siglo XIV como lo hace en este pasaje Longfellow. Quandoque dormitat Homerus! (183) San Buenaventura fué franciscano, llegando a ser General de la Orden, y andando el tiempo Cardenal de la San- ta Iglesia. Se doctoró en la Universidad de París, a la vez que Santo Tomás de Aquino. Mientras enseñó en la capital france- sa se le llamó Doctor devotus, pero desde 1333 se le conoce en el campo de la filosofía con el distintivo de Doctor Seráfico, León XUL le calificó de «príncipe de los místicos». San Bue- naventura y Santo Tomás son los dos más grandes teólogos escolásticos, habiendo conseguido ambos coronar su vastísima ciencia con la aureola de la santidad. (184) El célebre cenobio de Monte Casino, en el reino de las Dos Sicilias, monumento histórico-religioso de la más alta importancia, se halla situado en la cima de un cerrillo desde cl cual se divisa un grandioso horizonte de montañas y llanadas verdeantes. Al abad de dicho monasterio se le llamaba, por la influencia que llegó a tener en la cristiandad, «Abad de los Abades». Fundólo San Benito en los comienzos del siglo VI, y no registra la historia agrupación religiosa que haya ejer- cido tanto influjo en el desarrollo del cristianismo como la de los benedictinos de Monte Casino. La iglesia edificada por el santo fundador, fué destruida, por los longobardos. En -la actual hay una capilla dedicada al rey San Carlomán (hijo de Carlos Martel), que, renunciando sus tierras en manos de su hermano Pipino el Breve, recibió del Papa Zacarías la cogulla monástica y se retiró a Monte Casino. Los dominios de este monasterio llegaron a ser considerables, pues poseían en dis- tintos puntos de Italia un total de cuatrocientas cuarenta po- blaciones que pudieran constituir un pequeño reino. De sus claustros han salido veinticuatro Papas y millares de prelados de toda categoría. Su riquísima biblioteca contiene más de cua- renta mil manuscritos, de los cuales son anteriores al siglo XI1II unos doscientos treinta. Entre las obras más célebres que en ella se conservan puede citarse el códice médico de Constan- tino Africano, fundador de la escuela de Salerno; otro del Dan- te, escrito en 1367; otro de la Eneida de Virgilio con notas.y
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