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— 260 —= (162) Linda población situada' al pie del destiladero que cierra el valle de Riviera y donde se da ya por terminado el im- presionante recorrido del tren de San Gotardo. Hoy no se le dedican sino unos minutos de parada, como a cualquier esta- ción vulgar, pero cuando el paso de los Alpes había que hacer- lo en modesta caballería e interminable jornadas, ¡qué jugo sacarían los fatigados viajeros a las posadas de Bellinzona! Los viajes en ferrocarril son mucho más cómodos, ¡quién lo duda!, pero nos privan, en cambio, de la poesía inherente a las camina- tas pedestres. ¡Prosaísmo más insoportable que anochecer en San Sebastián y amanecer en Madrid ! (163) Hildeberto, a quien algunos (entre ellos la Patrolo- gía de Migne), le dan el apodo de «Venerable» y otros el de «santo», nació en 1057. No parece del todo probado que hubie- se sido monje de Cluny bajo el gobierno del abad Hugón, aun cuando lo afirma la Crónica Cluniacense, escrita hacia 1614. Fué obispo de Mans, rigiendo la diócesis con acierto singular. Es tenido por uno de los Prelados más ilustres y de los mejo- res escritores de su siglo. Trabajó con celo digno de todo en- comio por la ilustración del clero, bastante deficiente a la sa- zón. Entre sus muchas obras, figura un acervo de poesías so- bre diversos temas, donde se nos revela muy superior a los otros poetas de su tiempo. Muy curiosa es entre las fisiológ1- cas una titulada «De Elephante», que comnenza: Corpore tam grandes apud Indos sunt elephantes Ut bene firrrares montibus esse pares. Otra muy ingeniosa sobre el juicio de Susana, en la que Da- miel encabeza su defensa con este verso que hubiera recibido palmas en los días del conceptismo de Quevedo: «Quis turbo turbam turbavit!l» Y el célebre epigrama «De hermaphrodito», traducido al griego por Policiano y al francés por Menage. Aquí nos limitaremos a reproducir algunos trozos de la «Oratio de- votissima ad tres personas sanctissimae Trinitatis», ya que Longfellow los pone en labios de los peregrinos que se dirigen al santuario mariano de Benevento. La oración «Ad Patrem» empieza así: Alpha et Omega, magne Deus, Heli, Heli, Deus meus, Cujus virtus totum posse, Cujus sensus totum nosse,

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