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“— 258—= inocente doncella al torrente circulatorio del leproso, lo cual no se ve en la Leyenda con bastante claridad, Pues si se frata de la idea pagana de un sacrificio humano, donde directamen- te se busca la muerte de la víctima, en la esperanza de obte- ner por esa oblación la salud del paciente, no anda descami- nado en su apreciación Lucifer. Pero no confundamos los con- ceptos, ni quitemos un adarme de su indiscutible valor a la sentencia del Salvador: «Majorem hanc dilectionem nemo ha- bel, ul animam suam Ponat quis pro amicis Suis.» Dar la pro- pia vida por salvar la del prójimo será siempre un acto heorico de caridad. Presentar el brazo al cirujano con el fin de ceder a otro organismo depauperado la sangre necesaria para evitar- le la muerte, merecerá mientras el mundo durare el panegí- rico que de ello hizo Jesucristo en el camino de Getsemaní. (158) El célebre camino de los Romanos que los viajeros pusieron bajo la protección de Júpiter Phoeninus, con un tem- plo dedicado al dios tonante, reemplazado luego afortunada- mente por el hospicio de los monjes de San Bernardo, es cono- cido con el nombre de San Gotardo. Era el puerto más im- portante de los Alpes suizos y da acceso a valles ignorados de todo en todo por las legiones romanas. La primera vez que apa- rece su nombre es en 1162. El dinamismo comercial no pudo to- lerar la lentitud de las comunicaciones trasalpinas practica- das a lomo de caballerías y un día (1872-1882) perforó el San Gotardo, construyendo un túnel de quince kilómetros que va desde Góschenen hasta Airolo. Para formarse alguna idea de las dificultades con que tropezaban los viajeros al cruzar los puertos alpinos, recordemos que a Aníbal le costó quince días el viaje, perdiendo en el camino muchísimos soldados y bestias de carga, y que si Napoleón lo realizó en tres jornadas, vióse precisado a colocar sus cañones en troncos vaciados y destinar cien infantes para el arrastre de cada uno. Hoy nos bastan quince minutos muellemente arrellanados en las butacas de un exprés, a pesar de los accidentes del túnel, pues tiene tres trozos, de más de un kilómetro cada uno, desarrollados en €s- piral, al cabo de los cuales se divisa desde el Maienkreuz allá en el fondo del barranco el camino que acabamos de recorrer. Resulta fantástico el espectáculo de aquel monstruo eléctrico cruzando la oscuridad del túnel, iluminado a cada momento por los chispazos que el trole deja escapar. (159) Cuando el verdugo le hubo cercenaáo la cabeza a la alejandrina, apoderáronse los ángeles del cuerpo de la santa pa- ra trasladarlo al monte Sinaí, donde le dieron honrosa sepul-
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