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1 E Or t » Uri y del Tesino, y desde la perforación del túnel de San Go- tardo ha quedado, como puede comprenderse, el diabólico puen- te reducido a su prístina grandiosa soledad. Fácilmente se hace uno cargo de la justicia del mote, teniendo en cuenta una for- midable hoz de pura roca, resquebrajada de hendiduras gigan- tescas; en el fondo una torrentera que se despeña como quien tiene prisa en llegar a su destino o cual si temiera ver aquellos peñascos desplomarse sobre sí; y a treinta metros de altura un arco de veinticinco metros de paso tangencial, tendido de una banda a la otra de la hoz para salvar el álveo de aquellas aguas bulliciosas y zumbantes. La verdad es que, cuando se le con- templa desde cualquiera de las elevaciones circunvecinas, pa- rece obra de algún espíritu infernal. En la escena segunda del acto V de «Guillermo Tell» de Schiller, se hace una referencia al Puente del Diablo, cuando Tell describe al Parricida el ca- mino que debe seguir para llegar a Italia y dirigirse a Roma con el objeto de pedir al Papa perdón del crimen: «So kommt Ihr auf die Briicke, welche staubet» (así Negarás al puente que arroja polvo), le dice, aludiendo indudablemente a la salpica- dura de agua que constituye una verdadera nube sobre aquella torrentera y comunica al escenario fantástica belleza cuando por ventura le hieren los rayos del sol. (154) No alcanzamos a determinar a quién se refiera el poe- ta, ni sabemos dónde se apoya para atribuir la fábrica de este puente a un abad del monasterio suizo. Entre los cincuenta y cuatro Abades que han estado al frente del célebre santuario de Einsiedeln, desde el primero (beato Eberardo, elegido el año 934) hasta el actual, no hay ninguno que se haya llamado así. El nombre más parecido es el de Geroldo, que ocupa el núme- ro treinta y trés en la lista general, fué elegido en 1452 y go- bernó la abadía hasta el año 1480; mas nada hemos leído en su historia acerca del puente del Diablo de San Gotardo. Se nos antoja haber sufrido aquí el poeta una pequeña confusión. Por- que existe un puentecillo sobre el río Sihl, en el camino de Einsiedeln al monte Etzel, al cual llaman también «el puente del Diablo» y que es obra de un converso del citado monasterio. Por cierto que a su vera se muestra todavía una casita donde nació Teofrasto Paracelso, el célebre galeno y alquimista, cuyo progenitor había sido médico de la abadía. El monte Etzel es aquel en el que llevó vida eremítica durante siete años, San Meinrado, el cual trasladó luego su cabaña al lugar en que se levanta el imponente monasterio en la actualidad. (155) En Finsiedeln hay una celebérrima abadía de Bene-

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