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— 240 —á 'Piersot, que hayan brotado en el silencio de los monasterios, unicos asilos entonces de cultura y de saber. Aquellos monjes que suavizaban por ventura la austeridad de sus reglas con unos sorbos del vino del Rhin, era muy explicable que ento- naran himnos de acentuado lirismo al reconfortante licor. A religiosos alemanes notablemente ejemplares y de manifiesta virtud hemos escuchado cantares de este talle ejecutados con Iitárgica majestad, mientras alzaban con su diestra mano una copa bien cebada de vino de aquí o de allá. Aún recordamos dos inscripciones leídas en un bebedero conventual de Bavie- ra: «Quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum!», rezaba la latina, tomada de David. «Trink und iss, und Gott nie vergiss!», decía la alemana, en su crudeza me- dioeval. Se me antojaron dos símbolos de raza. A título de cu- riosidad transcribimos la siguiente VARIANTE DE CARMINA CLERICORUM Aye color vini clari, Ave sapor sine pari, Tu qui nos inebriari Digneris potentes. Felix homo te plantavit, Qui te vinum nuncupavtt ; (sic) Contra talem potum Nullum est periculum, Felix guttur, quod rigabis, Felix venter, quem intrabis, Felix est, quem satiabis, O beata labia! O quam placens in colore, O quam sapidum in ore O juam sapidum in oré Dulce linguae vinculum! Ergo vinum colaudemus, Potatores exaltemus, Non-potantes confundemus Ad inferni palatia,

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