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nos obstinado en inquirir la relación que pueda existir entre San Ulrico y las iniciales de los manuscritos y nada nos ha sido dado descubrir. El poeta, sin embargo, le coloca en el punto cimero de los artistas miniaturistas, que tantas obras embellecieron con sus iluminaciones literales. Por ventura fué esta misma dificultad de relacionar a San Ulrico con las bellas iniciales la que puso al editor del ejemplar de «The Golden Legend» que posee D. Tomás Gillín (edición que no nos es dado citar, puesto que el diminuto volumen es un cuadernillo formado por los fascículos arrancados a algún tomo de obras de Longfellow entre las páginas 225 y 316) en el trance de per- mitirse el lujo de retocar este verso del poeta: Saint Ulric himself never made a better, introduciendo a un nuevo personaje, conocido como iluminador: Ring René himself nevel made a better. Porque del rey de: Nápoles Renato 1 de Anjou sí que se sabe haber sido muy aficionado a las bellas artes, ya que desposeí- do del trono y retiradoa su castillo de Tarascón, se consoló de los altibajos de la fortuna entregándose al manejo de la pluma y del pincel. Y el rey Renato puede ocupar un puesto distinguido entre los miniaturistas, cuando se le deben inte- resantes iluminaciones en el libro de Horas, conocido con su nombre, y ejecutó gran número de miniaturas en los misales y sobre cristal. (127) Había llegado a tanto el lujo artísticu de los clu- niacenses en el adorno de las letras de sus manuscritos, que los Cistercienses protestaron vigorosamente contra él, según pue- de leerse en el Dialogus inter Cluniacensem et Cisterciensen: «Aurum molere et cum illo molito magnas- capitales pingere litteras,' quid est nisi inutile et otiosum opus?» Por otra par- te, se lee en las Consuetudines esta categórica y draconiana disposición atañente a los manuscritos litúrgicos: «Litterac units coloris fiant et non depictae.». Afortunadamente, a pe- sar de esta corriente de represión «estética, siguióse cultivando la miniatura en los monasterios benedictinos, que han dejado a la posteridad tesoros incalculables de arte en sus libros de rezo, según hemos podido admirar en las biblotecas de Melk y Kremsmiinster (Austria), en Einsiedeln (Suiza) y en las migajas que todavía se conservan en el reducido museo de

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