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2 tus a) barcas, para cuya construcción le sirviá considerablemente el islote Pialz. En las cercanías de Caub creoe una cepa que pro- duce exquisitas uvas, muy estimadas en el Rhin. (120) Hiiffelsheim es una aldea renana conocida solamien te por los estimados vinos que proceden de sus cercanias. Cuen- ta la leyenda que como en cierta coyuntura se reunieran los Condes del Rhin en derredor de una mesa regiamente provis- ta de vino de las mejores marcas alemanas, acompañábanles gran número de caballeros, entre los:cuales había catadores de reconocida fama. Entre los frascos repletos de licar, vefase un muy gentil cántaro de cristal en forma de bota de calzar. Qui- so uno de los condes probar la capacidad potativa de los pre- sentes. e hízoles la siguiente proposición: «A quien vaciare de un solo trago esa bota, le dono el. pueblecillo de Hiúffelsheim.» Alzóse uno de los comensales, Boos von Waldeck, y recogió el guante diciendo: «Garantizad con vuestra firma y sello la do- nación.» Hízolo el Conde, .-apañó el caballero de la monumen- tal bota y vacióla de un poderoso trago. Al punto se sintió atacado de congestión y se desplomó moribundo, a tiempo que pudo declarar: «Hícelo por mi mujer y mis hijos.» Según el texto de otra tradición, después de haber agotado Boos el con- tenido del recipiente, levantólo a la vista de los circunstantes y exclamó: «Me dais el pueblo de Roxheim y vuelvo a repe- tir el brindis.» Nada dice la leyenda sobre la respuesta del Conde; mas, la verdad, no era cosa de andarse en apuestas con bebedores de tal capacidad. (121) Había en cada claustro benedictino una oficina de copistas, denominada escritorio, de cuyo lugar, tenido por san- to, se celebraba la dedicación, debiendo los monjes trabajar en silencio por respeto al Espíritu Santo. El ajuar del escritorio era cosa muy importante en los mionasterios, y las comunida- des pobres exigían que cada novicio trajera en dote dos cajas con recado de escribir. El director del escritorio era escogido entré lós más competentes en el conocimiento de los origina- les que para la copia se debían elegir. El trabajo de aquellos anónimos operarios de la soledad ba contribuído ala conserva- ción de la casi totalidad de las riquezas literarias que hoy po- seemos de la antigiiedad. Buen tema para la inspiración de los manoseados estribillos del oscurantismo monacal. Nicolás de Claraval, sécretario y amigo de San Bernardo, describe en una de sus epístolas el Scriptorium en que se consagraba a la ta- rea de transcribir e iluminar. Un angosto recinto de diez o doce pies en cuadro, con una ventana al huerto; dos o tres va-
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