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nará a la vida para reclamar su propiedad, perdida én el rei- nado de Isabel. Arthur continúa durmiendo su sueño místico en Glastonbury. Mansur, por ser muslim ortodoxo, fué con- denado a prisión en la espesura de una montaña, pero reapa- jecerá para ser el terror del moscovita. Sebastián 1 de Portu- gal, muerto en la batalla de Alcazarquibir en 1578, aguarda también en algún islote el momento de despertar, para emp:- far de nuevo el cetro y hacer de Lusitania el primer pueblo de la tierra. Nuestro Zorrilla ha sacado partido admirable de esta leyenda, creando episodios y situaciones extraordinarias y llevando hasta lo inverosímil la «impávida osadía» o la «tie- reza soberana» de Gabriel Espinosa, el pastelero de Madrigal, el cual fué un impostor según la historia; mas le presenta el poeta en «Traidor, inconfeso y mártir» como el verdadero rey don Sebastián. Una leyenda parecida, que ha venido rcdean- do la figura del último rey Godo, constituye un verdadero ci- clo en la literatura española. La alemana ha sido bastante más parca con Federico Barbarroja, acaso porque el motivo de su penitencia no ofrece tantos atractivos a poetas y cuentistas co- mo el de los amores de don Rodrigo y la infeliz hija de don Julián. Afortunadamente para la humanidad, continuarán to dos esos celebrados guerreros durmiendo en sus sendas sepul- turas, hasta que la trompeta del ángel del Señor los despier- te, no para encumbrar imperios a cambio de sangre y ruinas, sino para dar cuenta pública de sus actos ante el divino tri- bunal. Todas estas tradiciones están indudablemente origina- das de la suerte reservada por Dios al profeta Elías y al pa- triarca Enoc, los cuales reaparecerán en las postrimerías del mundo para ejercer una misión providencial. (113) Bacharach es un pueblecillo situado a la orilla iz- quierda del Rhin, muy celebrado por sus excelentes vinos, go- zando grande predicamento entre los buenos catadores el tin- to que se cosecha allí. Se dice que el Papa Pío 1I acostumbra- ba llevar anualmente una cuba de dicho licor, a lo cual pare- ce hacer referencia nuestro poeta; y Nuremberg alcanzó su li- bertad a cambio de cuatro barriles del mismo que cada año se comprometía a pagar. El nombre de Bacharach significa «altar de Baco» (Bacchi ara), altar que tiene relación con una roca en- clavada en el lecho del río, la cual servía de indicador a los propietarios de los viñedos circunvecinos para conocer si iba a ser próspero o adverso el año vitícola. Si sobre la superficie de las aguas asomaba la cabeza de la peña, la estación veni- dera sería seca y la cosecha abundante y de buena calidad; mas
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