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= 226—= le comunican los inmensos bosques de abetos, y la cadena de montañas de que se halla formada constituye una verdadera fortificación natural. Como puede comprenderse, contiene un acervo de apartamientos exquisitamente adecuados para la so- ledad, que en tiempos mejores se poblaron de monjes, llegan- do alguno de los monasterios, el de Hirsau, a ser émulo de los de Cluny y Montecasino en la influencia ejercida sobre la Cris- tiandad y, de modo particular, sobre el espíritu y el régimen monacal. (112) Sobrenombre dado a Federico 1 de Alemania (1121- 1190). Dotado de excelentes cualidades morales, llegó a ser el monarca más poderoso de toda la cristiandad. A pesar de ha- berse repartido su cadáver tres poblaciones distintas, quedán- dose con el corazón y las entrañas Tarso, con las carnes Antioquía, y Tiro con los huesos, la leyenda le considera to- davía durmiendo en el monte Kyffhauserberg de Turingia. Alí está sentado, según la tradición, a una mesa de piedra, en compañía de sus seis caballeros, esperando la plenitud de los tiempos, cuándo saldrá de la cueva y rescatará a Alemania de su cautiverio, para hacerle ocupar el primer puesto entre las naciones. El hecho de haber forzado Barbarroja el sepulcro de Carlomagno en Aquisgrán, cuando en 1166 quiso utilizar para su consagración como emperador el sillón en que estaba sen- tado el cadáver de Carlomagno desde el año 814, no podía menos de ser considerado por los admiradores de éste como una profanación. Esto y la circunstancia de haber desapareci- do Barbarroja en las corrientes del Cidno, fué bastante para dar nacimiento a la leyenda, según la cual unos genios reco- gieron a Federico de las aguas del río y le trasladaron a la cueva de Kaiserslautern, para hacer penitencia de sus peca- dos. Allá continúa todavía el desgraciado emperador, sentado a la mesa de marras, la cual aparece ya casi cubierta por la luenga barba rubicunda del penitente, pero debe faltarle toda- vía mucho para su segunda venida, ya que es condición ne- cesaria haber de dar tres vueltas con ella a dicha mesa. Pare- cida tradición envuelve las figuras de otros personajes que han representado papel importante en el escenario nacional y cuya muerte quedó por ventura envuelta entre las nebulosidades de la historia. Carlomagno espera asimismo «su hora» en Oden- berg (Hesse), o, según otros, en Untersberg, cerca de Salzbur- go. Desmonds de Kilmallock descansa bajo las aguas del lago Gur, y cada siete años reaparece armado de punta en blanco, cabalga muy de mañana alrededor del lago y algún día tor-

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