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Mi Y 0] ' Deere! cualquiera se le alcanza la impropiedad de semejantes frases y aun la injusticia de menospreciar de ese modo dicha letra, cuando otras varias de nuestro alfabeto exigen menos tinta y ocupan menos espacio en el papel. Por esta misma razón no resulta tan exacta y significativa la traducción latina de San Mateo: «jota unum, aut unus apex non praeteribit a lege», co- mo la expresión original del evangelista, el «nal escribió en arameo o siro-caldaico, forma dialectal del hebreo que se habla- bla en Palestina desde la cautividad de Babilonia. El al'abe- to propiamente dicho fué ideado por los fenicios, siendo la primitiva escritura ideográfica o jeroglífica (ideas expresadas por imágenes, como todavía la usan los chinos). La nuestra es Jonética, pues expresamos las ideas por una combinación ar- bitraria de sonidos, llamados letras. (106) Cuenta el evangelio apócrifo del Pseudo-Mateo en el capítulo XL1 que José envió en cierta ocasión a su primogé- nito Santiago a la huerta para recoger legumbres, y, sin saber José ni María, Jesús se fué con él. He aquí que, mientras re- cogía las legumbres, salió una culebra de un agujero y le mor- dió en la mano. Santiago gritaba fuertemente y decía: «¡Ay!, una maldita víbora me ha mordido en la mano.» :Acudió Je- sús a él, tomó la mano de Santiago entre las suyas, sopló en ella y se la curó. Acudieron también a los lamentos José y Ma- ría, y al llegar a la huerta hallaron muerta la culebra y a San- tiago perfectamente curado. Tanto este evangelio apócrifo, co- mo el de Tomás, narran la curación de un tal Santiago, hijo de José, y en ninguno de ellos, ni en el Protoevangelio de San- tiago, ni en la Historia de José el Carpintero, aparece ningún Simón curado de mordedura de víbora. Verdad es que el Pseu- do-Mateo, el de Tomás y la Historia de José hablan de un Simón, hijo del mismo José, pero en modo alguno debe confundírsele con el Canaanita, lo cual ha sido bastante frecuente entre los escritores, según puede verse en Vigouroux. (107) Llamado así en el Evangelio (Matth. X, 4) (Marc. III, 18) para diferenciarlo de los otros Simones contemporáneos suyos. Fué uno de los doce Apóstoles. San Lucas le apoda «Ze- lotes», lo cual parece indicar que formaba parte de aquellos judíos que se distinguían por su celo en la conservación y cum- plimiento de la Ley y demás prácticas del rito mosaico. Es por ventura el Apóstol cuya historia nos es menos conocida, pues el Nuevo Testamento no hace sino nombrarle. Muchos le confunden con el primo del Salvador que lleva el mismo nom- bre. La leyenda le atribuye la evangelización de Egipto, y
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