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=- 220 — en alta voz: «¡Que su nombre sea destruído!» Los niños batían palmas, golpeaban los baucos o dos piedras una contra otra, sobre las cuales habían escrito previamente el nombre de Amán. Al fin de la lectura exclamaba toda la asamblea: «¡Maldito Amán ! ¡Bendito Mardoqueo! ¡Maldita Zares! ¡Bendita Esther ¡Malditos los idólatras! ¡Benditos los Israelitas! ¡Bendito Har- bona que ahorcó a Amán !» Zares se llamaba la mujer de Amán, Los banquetes y festines que acompañaban a la fiesta de los Purim eran proverbiales entre los Hebreos, y según el Gem. Megilla, VII, 2, cada hijo de Abraham debía en semejante co- yuntura beber hasta el punto de no serle posible distinguir «¡Maldito Amán!» de «¡Bendito Mardoqueo!» De atenernos a las indicaciones de la historia judía, no andaban los hijos de Israel ni cortos ni perezosos en el cumplimiento de semejan- te ordenación. El Rabbi que nos presenta Longfeúow debía de ser sin duda uno de los fieles cumplidores de esta Ley. (100) Se llaman Biblias Rabínicas las que contienen, ade- más del texto original, los comentarios de rabinos célebres. Están salpicadas de cuestiones ridículas y pasatiempos infan- tiles, lo cual da a entender nuestro poeta con los problemas que plantea el maestro a Judas. La más estimada de todas las Biblias Rabínicas es la conocida con el nombre de Biblia de Amsterdam, donde fué editada (1724-1727) por Moisés Frank- furter. (101) Aun cuando no hemos tenido la oportunidad de con- firmarlo mediante la observación personal, nos han referido muchos casos de perros que ladran en tono lastimero, no sola- mente cuando en la casa donde moran hay algún cadáver, sino algunas horas antes de ocurrir el fallecimiento. Por ventura, su delicado olfato les acusa la vecindad de sustancias en pu- trefacción y el instinto les impulsa a manifestar mediante la- dridos quejumbrosos su dolor o su repugnancia a todo cuerpo en corrupción. ¡Chiclo sa! De ahí pudo acaso originarse la re- lación establecida por -los libros Rabínicos entre el ladrar de los canes y el paso furtivo del Gran Sammael por las rras de- siertas de la ciudad. (102) La demonología tomó proporciones extraordinarias entre los escritores judíos, ya en los Targums, ya en los Tal- muds, ya en los comentarios a la Biblia. Según el Targum del seudo-Jonathan, Sammael fué quien tentó a Eva en el paraíso terrenal. De ahí que se le considere como el ángel de la muer- te. Verdad es que no nos dice el autor cómo consiguió enterar- se del nombre del tentador, mas no tenemos inconveniente en

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