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Mi —= túro, que nacerá de mujer, la cual ha de aplastar la cabeza de la serpiente tentadora. También recibe ese apelativo un Eván- gelio primitivo, supuesto por diversos cr.ticos para establece: las semejanzas de los Evangelios sinópticos. Se llama también así a un Evangelio apócri.o atribuído a Santiago el Menor, que comienza con la Anunciación hecha a Joaquín y Ana del na- cimiento de María, y termina en la matanza de los niños Ino- centes, cuya composición no es anterior al fin del siglo II. Es evidente que nuestro poeta se refiere a la consoladora promesa consiguiente a la prevaricación del primer hombre y la primera mujer. (Si) Este viaje del ángel Gabriel desde el Paraíso a la tie- rra está tomado, con las variantes introducidas por la imagi- nación del poeta, del capítulo primero y versículos 26 y 27 del Evangelio de San Lucas: «Missus est angelus Gabriel a Deo in civitatem Galilaeae, cui nomen Nazareth, ad virginem des- posatam viro, cui nomen erat Joseph, de domo David, et no- men virginis Maria.» Longlellow coloca a la Virgen en el meo- mento de la Anunciación bajo los sicomoros de la fuente, dis- puesta a llenar su cantarillo. El Evangelio de San Lucas dice, en cambio, que el ángel penetró donde ella estaba: «Et ingres- sus angelus ad eam», lo cual parece significar que María se hallaba a la sazón dentro de alguna habitación. También en el diálogo entre el ángel y la Virgen ha introducido el poeta al- gunas variantes, aunque ninguna retoque en lo esencial la na- 1ración bíblica. (S2) Los únicos Angeles que con nombre propio aparecen en los textos sagrados, son Miguel, Gabriel y Rafael. En los apócrifos se encuentran Surján, Urján, «Uriel» y Arsjalaljur. En el Apocalipsis de Enoch salen Raguel, Saraqael, Zutel, Ru- fael y Fanuel. En el Apocalipsis de Esdras: Gabulethon, Aker, Arfugitonos, Beburos y Zebuleon. Hermas en sus visiones nom- bra a Thegri, como el ángel encargado de la guarda de los ani- males. «Uriel» es quien lleva la revelación a Esdras en su Apo- calipsis. «Uriel» es quien, en el Apocalipsis de Adán, revela las liturgias místicas que día y noche se verifican ante Dios. Be- da invoca, además de Miguel, Gabriel y Rafael: «Uriel protec- tor, Rumiel defensor, Paniel salus». Dos Concilios (Soissons y Roma) prohibieron invocar sino los tres autorizados. La Igle- sia Griega y Albisinia tributan culto a «Uriel». En las leta- nías carolinas existe esta invocación: «Sancte Oriel («Uriel»), sancte Reguhel, sancte Tobihel («Zobiachel»)». Un conjuro del siglo XV (análogo a los de las antiguas copas caldeas de a 4 ¡ '

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