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— 209 — 8 ta y dos años más tarde (1277) le encomendó el obispo Coti- rado de Lichtenberg la terminación de la fachada y la flecha, aun en el supuesto más favorable de haber llegado Enrique a Hirsau precisamente en el postrer año del mando de dicho abad. Además, tampoco se nos antoja estar de acuerdo con la historia, el hcoho de atribuir a Erwin las columnas, arcos y ventanales del templo, así como las tumbas y las estatuas de sus capillas. A quien tan acertado es de ordinario, no es mu- cho que le excusemos una distracción. (76) Aquí se deja llevar el poeta de la leyenda que atri- buye al célebre constructor de la catedral, Erwin von Steinbach (piedra dura), una hija llamada Sabina, de cuya existencia no quiere hasta el presente responder la historia. En los pilares del erucero de la catedral de Estrasburgo había en otro tiempo es- tatuas de los apóstoles que han sido ya destruídas. Sobre la E filactería que llevaba San Juan, se leía esta inscripción: «Gra- tia divinae pietatis adesto Savinae de petra dura per quam sum facta figura.» Ella es la que ha debido dar pie a la leyenda donde se apoya Longfellow. El Herders Konversations Lexi- 1 kon, vol. HI, pág. 242, niega categóricamente su existencia. 1 (77) La esbelta y graciosa columna de los ángeles de la 5 catedral de Estrasburgo es una de las más bellas de cuantas he- 1h mos tenido la suerte de contemplar. Es un compuesto de colum- nillas, alternadas con otras tantas filas de esculturas super- puestas y en distintas actitudes, que comenzando desde la al- tura a donde puede llegar el brazo del hombre de regular es- tatura, continúan hasta el capitel: abajo los cuatro Evangelis- tas; en medio cuatro ángeles con sendas trompetas en fun- ción, y en lo más alto el Cristo, con un grupo de muertos que salen de la sepultura y tres ángeles llevando los instrumentos vu dd a iy de la Pasión. El mal gusto ha conseguido impedir que pueda ME a i 'Ñ contemplársela desahogadamente en todas direcciones, colo- $ cando de un Jado una fila de prosáicos bancos-reclinatorios, y 5 del otro un enverjado digno de mejor destino. Al pie de la co- lumna se encuentra la gran pila de agua bendita, y no es po- sible (a menos de tener embotados los sentidos) humedecer los dedos en ella y santiguarse al entrar en el templo, sin detener- se en la contemplación de aquella maravilla de estatuaria y arquitectura. No sabemos en qué se funda nuestro poeta para afirmar que entre las figuras talladas de esta columna .se halla la del Maestro Erwin, debida al cincel de su hija Fabina, cuan- do la leyenda le atribuye una imagen desaparecida del apóstol San Juan. Acaso sea verdadera la observación de Mitscher, pa- fi | 14 re rr
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