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e OS e e Y e ar ye di po £ 206 — Selva de Turingia es de los puntos más concurridos pot los fo. rasteros durante los meses estivales. (67) Cuenta entre sus glorias la de haber sido construído por uno de los hijos de Noé: clato está que la historia no se detiene en pequeñeces y no declara cuál de los tres. Fué esco- gida como capital de sus dominios por los caballeros norman- dos, que se apoderaron de aquella comarca en el siglo XI. Es puerto admirablemente situado, por ser la desembocadura obli- gada de los caminos de la vieja Campania. Hoy no le queda ya sino el recuerdo del esplendor alcanzado en los días de Ko- berto Guiscard. Su Universidad, la más famosa en otros tiem- pos de toda Europa por sus renombrados profesores de Medi- cina y por ser la heredera directa de la ciencia árabe, ha pa- sado al archivo de las cosas muertas, y 100 puede ya envane- cerse Salerno de ser la «ciudad hipocrática». (08) Pedro de Amiens, que durante muchos años había vi- vido como ermitaño en las vecindades de Jerusalén, fué testigo de las vejaciones que debían sufrir los cristianos que osaban visitar los Santos Jyugares, en poder de los sarracenos de tiem- pos atrás. Deseoso de libertar aquellos sitios de tan memora- bles recuerdos, acudió al Papa Urbano II en demanda de un ¡llamamiento a todos los cristianos, conmovióse el Pontífice eun la narración de las escenas de crueldad que tenían lugar en Pa- lestina y encomendó al mismo Pedro la propaganda de la gran- diosa empresa. Su impetuosa elocuencia, su vida penitente y su venerable aspecto despertaron en todo el Occidente un entu- siasmo sin igual, reunió el Papa un concilio en Clermont para decidir asunto tan interesante, y al discurso del Representan- te de Cristo en la tierra respondió la innumerable muchedum- bre allí reunida con el memorable grito de «¡Dios lo quiere l», y quedó decretada la Primera Cruzada. El mismo Pedro de Amiens, acompañado de un caballero francés, Gualtero Sans Avoir, se puso al frente de cien mil cruzados, los cuales cami- naron por falta de orden y disciplina de descalabro en desca- labro, fueron exterminados por los seldjúcidas en el Asia Me- nor y sólo consiguieron salvarse unos tres mil. Sucedieron a ésta otras expediciones mejor acondicionadas, y tres años más tarde, el 15 de julio de 1099, un viernes a las tres de la tarde, se apoderaban las huestes de Godo'redo de Buillón de la ciudad de Jerusalén. El formidable fracaso sufrido por los expedicio- narios de Pedro el Ermitaño, no hace a este santo varón me- nos acreedor a la eterna gratitud de toda la cristiandad. Su cá- lida palabra despertó en Occidente aquella corriente de simpa-
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