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_ HE — va entre los cuentos de Perrault (1097) y en los del alemán Ludwing Tieck (17095). Una niña lleva un presente a su abue- la, y sabedor de ello cierto lobo, toma el lugar de la vieja, y, cuando la niña se acuesta para descansar, la devora sin com- pasión. En la versión sueca, la Caperucita Roja es ya una mu- chacha talludita que, a la vista del lobo, se refugia en un árbol; el animal lo derriba a empellones y mordiscos, y el amante de la Caperucita lega a tiempo para presenciar la muerte de su amada en las garras del carnicero cruel. (52) La idea encerrada en estos versos parece tomada de cierto pasaje de una de las epístolas de Abelardo a Eloísa, donde se lee: «Nec esses plus quam femina, quee nunc Ctiam viros trascendis, et quae maledictionem Evae in benedictio- nem vertisti Mariae». Concepto extraído del dogma Católico, en el que se proclama la intervención de la Santísima Vir- gen en la regeneración de la humanidad. (s3) Igmoramos si este Pater-Noster diabólico, contuso y misterioso como obra de espíritu de las tinieblas, es íruto de la imaginación de nuestro poeta o lo ha tomado por ventura de otro escritor. Nada conocemos sobre el particular. San Bue- vaventura trae en su «Commentarius in librum Sapientiae» un cuádruple Invitatorio del demonio, el cual no viene a ser sino los versículos 6, 7, 8 y 9 del capítulo 1I del Libro de la Sabi- duría, los cuales, vertidos al romance, dicen así: « Venid, pues, y gocemos de los bienes, que son, y usemos de la criatura a to- da prisa en la juventud. Llenémonos de vino precioso y de perfumes: y no se nos pase la flor del tiempo. Coronémonos de rosas, antes de que se marchiten: no haya prado alguno, por el que no pase nuestra licencia. Ninguno de nosotros quede sin parte de nuestra disolución: en cada lugar dejemos señales de alegría: porque esta es nuestra porción, y esta es nuestra suer- te.» Por modo parecido pudiera existir alguna alusión patrís- tica al Padre nuestro diabólico, pero declaramos sinceramente sernos de todo en todo desconocido. (54) En parecida forma declara el poeta florentino la de- rrota sufrida por los ángeles rebeldes en el Paraíso: nell'alto lá dove Michele Fe la vendetta del superbo strupo. AMá arriba donde Miguel tomó venganza de la legión so- herbia. (55) Nada tiene de extraño que el uso del agua bendita ARA A RRA ETA

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