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¿Piensa hacer este bergante su hocúspoco engañador? «Hocus-pocus» u «hocúspoco», tiene en inglés y en alemán un significado equivalente al de prestidigitación, «juego de ma- nos, destreza en el arte de engañar al vecino. De donde el sen- tido que parece dar a la frase el poeta es éste: «como si el Príncipe estuviera condenado a la tumba, comenzaron sus re- zos de aparente sepultura», es decir, un simulacro de entierro para imprimir en el ánimo del leproso que ya de por vida quedaba confinado a aquel lugar, sin consentírsele jamás trato alguno con la sociedad. (38) En la Edad Media se volvieron a poner en práctica las disposiciones mosaicas sobre los leprosos, expulsándolos de los sitios habitados y privándoles de toda comunicación. No podían acudir a los mercados, ni a las ferias, ni a las iglesias, ni tocar cosa alguna que no fuese de su propiedad, ni salir sin las insignias y distintivos de gafo. Al domingo siguiente de haber sido declarado leproso, debía el desventurado presen- tarse vestido de luto en la puerta de la iglesia, donde le reci- bía el sacerdote rociándole con agua bendita, celebraba incon- tinente la santa Misa por él, bendecía los utensilios de su uso particular, dábanle los circunstantes limosnas y era condu- cido procesionalmente a la cabaña solitaria que en lo futuro debía habitar. Derramaba el sacerdote sobre su lecho tierra del cementerio, y conjurábale con la misma sentehcia que dirige a cuantos abrazan la vida religiosa, pero que sonaba lúgubre- mente en los oídos del leproso por ser imposición de la socie- dad: «Sis mortuus mundo, vivens iterum Deo.» Plantaba a la puerta de la choza una cruz, de la cual pendía una bolsa para recoger las ofrendas que los fieles quisieran voluntariamente darle. Ya no les era permitido acercarse a las moradas de los sanos, ni andar por caminos angostos donde pudieran encon- trarse con algún transeunte, ni lavarse en los ríos o fuentes, ni beber sino en su propia escudilla. Unicamente por la fiesta de Pascua de Resurrección se les toleraba la salida de su s:- pultura y la llegada a las ciudades y aldeas, con el objeto de tomar parte en la alegría de la cristiandad. Sería menester rc- correr las disposiciones conciliares para formarse alguna idea de lo mucho que ha trabajado la Iglesia en beneticio de estos desheredados. En un ritual de Reims consta la siguiente fór- mula que se les decía en el momento de recluirlos en su ca- baña; «Hermano, esta separación no es sino corporal; en lo

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