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A A Cr a nació en Thous, Persia. Los tratados sobre la aspiración su. prema de todos los alquimistás que a intervalos van apare- ciendo en las páginas de la historia tniversal, «el arte de hacer oro», están escritos en la acostumbrada jerga mística de la épo- ca: de ahí parece provenir el vocablo inglés «gibberish» con el significado de «guirigay lingitístico». (287 Mucho se ha discutido sobre el origen del alcohol, mas parece fuera de duda que la aplicación exclusiva de este nombre a los productos de la destilación del vino es muy mo- derna, ya que hasta fines del siglo XVIII cualquier principio reducido a pulverización extrema o sometido a sublimación re- cibía el calificativo de alcohol, como, por ejemplo, el polvo de sulfuro de antimonio utilizado por las damas para ennegreci- miento de las cejas. Que le llamasen aguardiente lo leemos en Arnaldo de Villanueva, no precisamente como nombre especí- fico, sino como resultante de la asimilación del producto de la aestilación del vino con el elixir de larga vida, que se llama- ba entonces «aguardiente». Aplicado al alcohol equivalía a «in- flamable». Los aparatos destilatorios propiamente dichos fue- ron inventados en Egipto en los primeros siglos de la era cristiana y descritos en el tratado de una mujer alquimista llamada Cleopatra. En los alquimistas griegos no hallamos nin- guna indicación precisa sobre el alcohol. Tampoco los árabes lo mencionan, aun cuando Hoefer haya sostenido erróneamente lo contrario. El texto más antiguo que habla de él es proba- blemente el de Marcus Groecus: «Se destila vino bueno y añe- jo en un alambique, a fuego lento. El producto se llama agra ardiente. Tomad un pedazo de lino humedecido en ella, en- cendedlo y producirá gran llama; al apagarla, aparecerá in- tacto el lino. Humedeced el dedo y arderá sin produciros le- sión.» En «Opera omnia Arnaldi Villanovani» se lee: «Se ex- trae por destilación del vino o de la hez, el vino ardiente, de- nominado aguardiente. Es la parte más volátil del vino.» El seudo-Raimundo Lulio habla también con entusiasmo del al- cohol, y después de describir su destilación, repetida si es ne- cesario hasta siete veces, para que al quemar no deje residuo de agua, añade: «Se le llama mercurio vegetal.» Tanta debió de ser la admiración de los alquimistas por el descubrimiento del alcohol en los albores del siglo XIV que lo asimilaron con el elixir de larga vida y con el mercurio de los filósofos. Por ventura alude a ello nuestro poeta cuando llama al alcohol «Elixir de perpetua juventud» y lo compara algunos versos más abajo con el «Agua de la Vida». El elixir que sirva para pro-

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