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“— 1959 — zurcidas unos dos mil años antes de Jesucristo. Se cotmpren- de que algunas de ellas sean fruto de una experiencia muy bien cimentada, ya que cada médico no podía aplicarse sino a la cura de un solo género de enfermedad. Sus principales cole- g10s estaban en Memáéis, Tebas, Heliópolis y Sais. Plinio con- sideraba a Egipto como la tierra más abundante en plantas me- dicinales. Se explica que fuesen tantas en número, corriendo su cultivo por cuenta de la poderosa casta sacerdotal. (26) Es una planta acuática que abunda en las orillas del Nio, y era entre los indios y egipcios tenida como simból1- ca, Todas las mañanas salía el precioso cáliz de su flor de en- tre las aguas del Nilo, por lo cual la tomaron los habitantes de las riberas como un símbolo del nacimiento del sol. En el ar- te egipcio es el cáliz del loto asunto repetidísimo, su capullo fué utilizado de capitel en las columnas y en los muebles apa- frece frecuentemente la figura de esta flor, parecida al lirio del agua. El loto blanco era el que se empleaba en el culto greco- romano a Isis, mientras figura el rojo en el culto de Buda. Los griegos utilizaron la flor de loto como motivo de ornamenta- ción; en el estilo romano y en el del renacimiento fué susti- tuída por la flor y las hojas del acanto. Al Alto Egipto se le simbolizaba mediante tres vástagos de loto saliendo de un es- tanque. A tanto llegó la veneración hacia esta flor, que procu- raban los constructores de las grandes ciudades egipcias dar al plano la forma de un botón de loto. Se le llama también Rosa del Nilo, y en las pinturas, y bajo relieves, aparece con fre- cuencia en las manos de las mujeres, y sobre los altares de los dioses. No debe confundirse esta planta con el árbol del Lo- to, que recibe su nombre de una hija de Neptuno, a quien, co- mo la persiguiera tenazmente Priapo, la convirtieron los dio- ses en un árbol, cuyo delicioso fruto, al decir de los mitólogos y poetas, hacía perder a cuantos le comían el recuerdo de su país natal. (27) Abu-Musa-Djafar-Al Sofi. ¡Famoso alquimista árabe, que vivió a fines del siglo VIII o principios del IX. Sus tra- bajos sobre los metales para verificar la transformación en oro le hicieron descubrir el sublimado. corrosivo, el precipitado ro- jo, el agua fuerte, el nitrato de plata y algunos otros compnes- tos. Se conocen los siguientes manuscritos suyos: «Suma cCo- lectionis complementi secretorum naturac,—Summa perfectio- nts. compendium.—Testamentum.—Libri de rebus ad Astrono- miam pertinentibus.—De lapide philosophico.—Tractatus de invenienda arte auri et argeñti, -sive' alchymía,». Según algunos

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