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— 175 — de sus colonos. Enrique les cuenta acaso la extraña cpinión de cierto médico, según el cual podría curarse robusteciendo su sangre empobrecida con la de una doncella que voluntariamen te se la quisiera prestar. Ofrécese gustosa a ello la única hija del aldeano, y a pesar de la oposición de sus padres y de ja negativa de su señor, persiste tenazmente en el sacrincio de su vida, sale en compañía de Enrique para Salerno, donde de- bía verificarse las transfusión; pero llegado el momento de rea- lizarla, se niega el enfermo, acepta -resignadamente la lepra como don del cielo y... queda instantáneamente curado de su enfermedad..Se casa con la aldeanita y tornan a su país, para morar felices en su Castillo de Vantsberg. En sentir de Grimm brotó esta narración del alma del poeta con tanta suavidad y encanto, que nada hay comparable a la maestría y sencillez del relato sino la heroica y cándida virtud de la campesina. Nin- guna palabra faita o está de más: tratar de colorear la leyenda sería por ventura desfigurarla. Todo contribuye en esta obra a dejar la impresión pura y alentadora de las yerbas olorosas. Hemos de reconocer, a fuer de imparciales, haber Longfellow sacado muy buen partido de «El Pobre Enrique», aun cuando «The Golden Legend» pierde a nuestro entender el aroma cam- pestre y el candor paradisíaco que embellecen «Der arme Hein- rich», genuína producción medioeval. (6) Poeta norteamericano. Estudió la carrera de Leyes, pero no sintiendo vocación alguna por las Pandectas, abando- nó el bufete de su padre y se entregó al estudio de las lenguas modernas, lo cual le proporcionó la oportunidad de llegarse a Europa, donde viajó mucho y aprovechó sus correrías para el conocimiento de la historia y de las costumbres locales. Pu- blicó una traducción de las «Coplas» de Jorge Manrique (la mejor de cuantas conocemos), que andando el tiempo habían de caer en manos de otro poeta, D. Tomás Gillín, para salir de ellas parafraseadas con galanura sin igual. Más tarde es- cribió un drama, «The Spanish Student», imitación de «La Gitanilla» ,de Cervantes. Bastante posterior a ambas es la pu- blicación de «The Golden Legend», que tiene a la vista el lec- tor, gracias a esa compenetración misteriosa de almas elevadas, comunicación teiepática de los genios y de los místicos, ma- nifiestamente apuntada por aquel gran filósolw medioeval, To- más de Aquino, cuando no quiso distraer a su amigo San Bue- naventura, que estaba trazando la historia del pobrecillo Fran- cisco de Asís: «Dejad a un santo que escriba la vida de otro santo.» Y sabida cosa es haber Longfellow experimentado mar-
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