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— 168— ¡Oh hermosura del bueno, olvido del que olvida, poder de mansedumbre, cuya suavidad misma es semejante al aire, al aire parecida, que simula que cede sin que a la vez, remita su empuje irresistible. Las páginas blanquísimas de este libro sellado llevan, con oro escritas, las divinas acciones, que siempre estarán vivas y brillarán perpetuas, a través de los días y las edades todas. ¡Oh Dios!, esa es tu misma indulgencia, que cubre a la tierra de dichas, de una acción como ésta, con la gloria riquísima! EL ANGEL DE LAS MALAS ACCIONES. (Con el libro abierto,) ¡ Aún no es tiempo!, no es tiempo, el sol no se reclina, retroceder parece, y abierto está a mi vista el Libro de las Malas Acciones; que sus páginas la ráfaga del aire superior las extinga, y de sus hojas vayan borrándose las crónicas. Débil, mucho más débil... es la llama vastísima con que brilla el paisaje, mientras' mis ojos miran, abajo el negro río,