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CARTA ABIERTA Sr. D. Tomás Gillín, Pbro. Orduña. Mi respetado y querido amigo: Si la «Leyenda Dorada», escrita en inglés por Longfellow, y maravillosamente traducida al castellano por usted, no fuera suficiente para atraer con fuertes lazos a todo espíritu amante de la Belleza, bastaría haber hablado una vez con usted para que prendiese en mi alma la llama del entusiasmo. Pero usted ha hecho algo más que traducir la Leyenda; ha investigado pacientemente el significado de la obra, se ha in- teresado usted, como estudioso, por los personajes. Se había fa- miliarizado usted de tal suerte con ellos, que no satisfacía ya a su corazón nombrarlos, sin saber cuanto fuere posible acerca de su procedencia, su carácter, el medio ambiente en que vi- vieron; porque, en efecto, vivieron, y ha llevado a cabo una obra de tanto valor histórico como psicológico. Lo que yo pueda decirle en estas líneas poco aumentará el la leyenda una obrita de Hartmann von Aue, titulada en ale- mán DER ARME HEINRICH (El pobre Enrique), a ese ori- ginal quiero referirme. Aunque es de corta extensión, basta pa- ra darnos idea exacta de la vida caballeresca en su edad de oro, mediante una descripción realista. Hay en la leyenda un con- tenido religioso que parte de la historia del santo Job (perso- nificado en el Príncipe Enrique), aunque el autor se inspiró en una fuente latina, libro de fácil lectura que usted y yo hemos acariciado en nuestras manos, y que posee, algo incompleto, nues- tra Diputación de Vizcaya. tesoro de notas que usted presenta; pero siendo el original de En el prólogo de la edición alemana, que está sobre mi me- sa de trabajo, se dan las siguientes noticias que traduzco en re- sumen; «Hartmann era un poeta apreciadísimo en la corte, con- siderado como el cantor caballeresco más delicado, el de más

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