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PROEMIO «La antigua leyenda áurea, o «Leyenda de Oro», fué escrita en el original latino, y en el siglo décimo tercio, por Jacobo de Vorágine: un fraile dominico, que, después, llegó a ser arzobis- po de Génova y murió en 1292 (3). Llamó a su libro, simplemente, leyenda de los Santos, El epíteto de «dorada» se le dieron sus admiradores: porque, co- mo dice Winkin de Worde, «así como el oro sobrepuja en va- lor a los otros metales, esta leyenda excede a todos los otros libros». Pero Eduardo Leigh, con criterio menguado y gran pobreza de espíritu, lo llama «un libro escrito por un hombre de un corazón grabado de ligera ruindad, de celos y errores, sin ingenio, ni razón, y de una frente verdaderamente dura, por su impudente atrevimiento en contar cosas tan fabulosas e in- creíbles»... La obra, el texto original de este canto legendario de la Edad Media, fué trasladado al francés en el siglo XIV por Juan de Vignay, y en el siglo XIV al inglés, por Guillermo Caxton: pero después se hizo todavía más accesible y popular, por una nueva traslación francesa: «La Leyenda Dorée», traduite du la- tín, por M. G. B. París, 1850. Hay una copia que lleva por apéndice el «Gesta Longobar- dorum» en la Biblioteca del Colegio Harvard de Cambridge, impresa en Strasburgo en 1496. El título de la portada, y el vo- lamen, empieza con la «Tábula Legendorum». Dice el poeta que traducimos, que él llamó a este poema la «Leyenda de Oro» (4), porque le parece que supera a las otras leyendas en sig- nificación y hermosura: y, que por eso, en medio de la corrup- ción de la Edad Media, la virtud del desinterés, el poder del sacrificio, la fuerza de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad, son más que bastantes para satisfacer todas las exigencias dé la vida y la muerte. Y no €s otra que la «Leyenda de El pobre Enrique», 15144)

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