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Y SU:IV CENTENARED 73 denó que no resultando ynconbiniente dello, enbiasedes ciertos li- bros que el dicho Guardian hazia relacion estauan detenidos por ese Sancto Officio al conbento de dicho monasterio de S. Francisco, y por que Fray Diego de Estella, cuyos son los dichos libros, 4 dado despues en el Consejo la peticion que sera con esta, conberna que no se haga nouedad en esto, sino que los dichos libros se guarden a buen recado hasta que vistos se probea lo que dellos se ha de hazer. En Madrid, 23 de Diziembre 1576» (1). Días de tribulación y amargura debió pasar el P. Estella en este pleito puesto a su obra ; pero deseoso de reparar el escándalo que había produ- cido, resolvió publicar una segunda edición corregida y aumentada, cuando aun no se habían expendido los ejemplares de la primera, de la cual esta- ban decomisados por la Inquisición de Sevilla seiscientos cuerpos. La se- gunda edición la publicó el P. Estella en Alcalá, en el año de 1578, al mismo tiempo que los Inquisidores de Sevilla y los Doctores de la Universidad Com- plutense estaban censurando la primera. El ilustre franciscano navarro sostuvo Con éstos larga correspondencia sobre su obra, como consta de una carta que el Abad de Alcalá escribió al Consejo Supremo de la Inquisición, la cual se conserva en el A, H, N., Inquisición, Leg. núm. 4,426, núm. 33. Esta carta está fechada en 13 de julio de 1578, y poco después murió el P. Estella. MUERTE DEL P. ESTELLA El primer Conde de San Cristóbal en sus «Noticias», nos dice que la causa que se seguía en Sevilla contra Fr. Diego, gracias a las diligencias de su hermano don Martín, se terminó felizmente. «Por fortuna de la Re- ligión— dice— y para consuelo de la virtud, la inocencia del P. Estella salió enteramente acrisolada, y su celo reconocido : fué puesto en libertad, restablecido a sus honores, y aun quiso la Provincia, para darle más con- digna satisfacción, hacerle su Prelado; pero aquél, que no había osado admitir la Mitra, estuvo tan distante de condescender en el Provincialato, que, sacando generosamente de ese susto a sus enemigos, se negó a las instancias que le hacían sus afectos, y únicamente pidió por fineza que le dejasen vivir solo en su celda con su oración, sus libros, sin el mundo y sin sus secuaces». No consta que la Provincia de Santiago haya pretendido elegir Pro- vincial al P. Estella, Éste, desde que la Inquisición de Seyilla comenzó, (1) A. H,N., Lib. 579, fol. 39r. Suscriben los mismos que en la anterior.

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