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Y SU IV CENTENARIO 155 ¡Oh, qué santo es ya Fray Diego! ¡qué notoria su elocuencia y humildad! como dice el Evangelio con tan grande unción y fuego, Don Felipe, el Rey prudente, le ha llevado a Portugal. Y los pueblos y las urbes lusitanas gozan tanto en escuchar aquel nuevo Eclesiastés, que en cien crónicas vibrantes y galanas le apellidan «portugués». ES * * Ya retorna a su convento de la culta Salamanca; trae el alma florecida de ilusión, en sus ojos azulados rebervera una luz blanca, la luz blanca de divina inspiración. Como tiene el alma toda ricamente aderezada con las joyas peregrinas del saber, le aconsejan sus prelados que con frase regalada haga libros que a los buenos religiosos den placer. ¡Oh miradlo por las noches en su cuarto solitario escribiendo infatigable a la llama de un candil...! es su rico Comentario a los Santos Evangelios, fragantísimo y sutil. Es la Vida del glorioso Evangelista su bellísima Retórica sobre la predicación; Vanidades de este mundo mentiroso y egoísta, y las Cien Meditaciones del amor dulce de Dios. ¡Oh, la limpia galanura de su pluma devotísima y triunfal!... ¡cómo fluye entre sus páginas dulce miel de la Escritura como en celda de un panal!... ¡Oh, la alteza soberana de sus célicas doctrinas que levantan a las almas al palacio de la luz!... ¡Oh sus místicas ideas peregrinas que fermentan en las almas la locura de la Cruz!... ¡Ay el Padre Diego Estella, qué famoso en sus escritos, qué notoria su humildad!... como otro Eclesiastés, ha colgado su fragante pluma bella cuando puso de relieve del dinero y del honor la vanidad. Cuando puso al descubierto con su alma franciscana los secretos inefables de «Pobreza» y de «Amor»,... los secretos de Francisco, su doctrina soberana que salvó a los siglos medios, como otro Redentor.

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