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FRAY DIEGO DE ESTELLA 1d * * ¡Oh, qué santo es ya Fray Diego!... ¡qué notoria su humildad!... ¡oh, miradlo, ni un momento se concede de sosiego! ¡siempre... siempre está buscando la verdad!... ¡Qué versado en pergaminos! ¡qué erudito el buen Fray Diego y qué sutil!... de los Padres y Doctores los escritos peregrinos los aprende por las noches a la llama de un candil!... Del Crisóstomo las pulcras Homilías... las Morales de Gregorio, los Sermones de Agustín, ... de Jerónimo las Cartas y apostillas a Isaías el sutil Conmonitorio de Vicente de Lerín... Las sublimes Colaciones de Casiano, las Disputas trinitarias de Rabán, las Sentencias de Lombardo y el alcázar soberano del angélico Doctor Santo Tomás. Y con ansias y alegrías infinitas, con el celo más ardiente de la más enamorada devoción, el sublime franciscano Juan Escoto, cuyas páginas escritas son un cántico dogmático a la Pura Concepción. ¡Oh, qué sabio es ya Fray Diego!... ¡qué notorias su sapiencia y humildad!... ha dejado el apellido de su tronco solariego porque dice que llamarse San Cristóbal es muy grande vanidad. Su elocuencia, ¡qué divina! ¡qué arrebato en su palabra! ¡qué entusiasmo! ¡cuánta unción! como el verbo luminoso de los bíblicos profetas, ilumina los senderos de la vida con su clara inspiración... «Vanidad de vanidades» ra clamando por los púlpitos, como otro Eclesiastés; «vanidad son las riquezas, vanidad las dignidades y luchar por adquirirlas vanidad muy grande es». Y como han visto las gentes confirmada y proclamada por sus hechos tal verdad; como saben que Fray Diego es de altivos ascendientes y no obstante, va vestido de humildad... su palabra es como siembra prodigiosa que florece en heroísmos de cristiana abnegación; los plebeyos se resignan a la vida trabajosa; los magnates dan limosna y hacen santa compunción.
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