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Fray Diego de Estella “ por Fr. MARIANO DE SANGUESA, CAPUCHINO ¡Ex era!... ¡Él era!... Lo intuyeron los ojos del alma, que son dos luceros que nunca se empañan; que son, cuando puros, dos flechas doradas, que al hender los espacios brumosos en carrera veloz, desalada, van vertiendo cascadas de luces, regueros de llamas, hasta dar con el blanco ignorado, do tenaces sus puntas se clavan. ¡Él era!... ¡Él era!... me lo dijo el amor, y esto basta; que el amor cuando salta del hondo, / ¡a fe! que no engaña. . * » En dulce agonía la tarde expiraba, irisada de rubios colores y meciéndose en mares de grana, como virgen tocada de armiño que en su lecho de rosas y nácar se duerme mecida por el manso zureo del aura. Sahumados de tibios aromas, ó y adentrándose en mística calma, los alcores y valles trigueños recogen sus arpas,

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