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Y SU.IV CENTENARIO 133 Esta aserción hay que probarla respecto de Fr. Diego de Estella. En efecto: ¿Qué son sus Meditaciones? Un tratado de Dios en que se habla del amor, no de un modo didáctico, a la manera metafísica de Malón de Chaide, ni en el sentido psicológico de Juan de los Angeles, sino como un director de conciencia, con una inteligencia del asunto exclusivamente prác- tica. La doctrina de la renunciación, del amor de Dios y del menosprecio de la tierra no es el misticismo, pero puede conducir a él, según las tendencias de cada cual, la aplicación que haga de ella y la extensión que le dé; la de Fr. Diego de Estella es: huir del mundo y entregarse a Dios, menos por horror del mundo que por amor de Dios. Aquella falta de prudencia hija de un celo exaltado en algunos pasajes de los Comentarios desaparece cuando trata como místico la doctrina de la renunciación y del desprendi- miento; en ella se ve la calma y moderación de su misticismo manifestado en un lenguaje dulce y humano; no disimula los escollos de la vida del mundo, sino que los ilumina para evitarlos con la luz del amor de Dios; si teme haber anonadado al alma con el espanto, la consuela con el pensamiento del amor que la une a su Dios : estos son su punto de partida y de llegada; por lo pri- mero es ascético, por lo segundo místico; en una palabra y dicho de una vez : Por su ascética es el Francisco de Sales español y por su mística el que marca la transición a la escuela gloriosa de Santa Teresa. En materias y asuntos de mística sólo la Iglesia debe decir la última palabra; así que con gusto cedemos nuestra pluma a la mano experta del maestro, para que él trace los últimos rasgos que nos sirvan de nuevo mo- delo y de acicate. En esta ocasión es nuestro maestro y voz autorizada del sentir de la Iglesia la del prelado Sr. Eijo que en la página 10 de su opúsculo Santo Tomás y la Mística dice así : «Es evidente el poderoso resurgir actual de los estudios místicos. La mente de los pensadores, aún de los no creyentes, está asqueada del grosero materialismo que privó años atrás en el ambiente científico, y unas veces atraída por los resplandores del espiritualismo cris- tiano, otras veces a oscuras y palpando en la naturaleza, busca las manifes- taciones del espíritu para preguntarle dónde está la verdad, único alimento del alma. Entre católicos es pujantísimo el renacimiento místico; son legión los doctos y piadosos varones que van extendiendo la luminosa llama de estos estudios; yo asisto más de cerca a ese movimiento en mi patria y puedo aseguraros que son muchos y meritísimos los varones que, ya en libros, ya en revistas, viven consagrados a él». De estas palabras queremos deducir una sola conclusión y quiera Dios que se lleve a efecto.
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