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YESP-EVWCENTENARIO : 133 El último carácter que distingue al misticismo español de la multitud de teorías falsas que ya entonces aparecieron y que hoy conocemos con el nombre de teosofismo y ontologismo panteísta, fué el mantenimiento del elemento activo de la voluntad sin el cual no existiría la moralidad de la vida. No sepulta a la humanidad en una Tebaida a la que nada humano tendría acceso; habla al corazón en la soledad, pero a fin de enseñarle mejor con el amor y adoración a Dios, el amor y el respeto a los hombres; desprecia la materia, desdeña al mundo, más para arrastrar al alma a una esfera supe- rior, para fortificarla mediante un perpetuo sursum corda, por un llama- | miento contínuo a todos los generosos instintos, nobles pasiones y tendencias al ideal que late en su fondo. Es una doctrina del amor sin intrusión de otros móviles, nadie murmura contra los hombres, ni contra las persecuciones; | rebosan todos fe, sumisión y dulzura. Tenemos ya los datos suficientes para conocer la parte genérica del misticismo de Fr. Diego de Estella, cuya doctrina vamos a resumir en pocas palabras. El pecado original distanció el alma de Dios; su destino estriba en conquistar nuevamente su afecto, uniéndose a El en esta vida. Sólo así podrá recobrar la ciencia divina de que le privó el pecado, ciencia que difiere de las vulgares en que se acompaña del amor y se obtiene por medio de la posesión. El primer grado es el conocimiento de sí mismo. Abrid los ojos, dice el místico, y reconcentraos en vosotros mismos; estudiad no para de- teneros en la orgullosa y estéril satisfacción de esta vista interior, sino para persuadiros de vuestra insignificancia; desconfiad de vuestras fuerzas y hu- millaos ante Dios. El os recompensará dándose a vosotros. Siendo Dios per- fecto e infinito, no es posible que ame a la criatura imperfecta y limitada por su propia excelencia; pero la ama, si se humilla y desprecia a sí misma; amándóla la instruye, ilumina ante sus pasos la senda que a El conduce, camino cuyas estaciones se multiplican tanto más cuanto más adentro penetra el análisis en las profundidades del yo. Vistas las características generales de la mística de Fr. Diego, vengamos a las particulares, que son las que habrán de decidir el lugar que entre los místicos se le ha de señalar. Es la primera el modo especial de concebir el sentimiento del amor. El sentimiento es carácter esencial de la naturaleza humana; ni él sin la razón, ni la razón sin él bastaría para constituir la persona humana capaz de pensar, amar y obrar. Es un medio para la conquista de lo abso- luto, de lo infinito, que sólo concebimos por medio del pensamiento; de aquí la profunda frase de que para poder conocer las cosas divinas, es preciso amarlas. Amar, según Fr. Diego de Estella, no implica abandonarse a una vaga e inerte languidez, sino obrar. El amor es un acto de la voluntad, cuyo prin- cipio y fin es el bien. Dios es el Bien supremo, ¿qué será el amor divino? Un

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