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Y SU IV CENTENARIO 131 LUGAR QUE CORRESPONDE A FR. DIEGO DE ESTELLA ENTRE LOS MÍSTICOS ESPAÑOLES Para señalar ese lugar de una manera documentada hemos hecho pre- ceder el extenso, al parecer, pero en realidad sucinto resumen de la doctrina mística contenida en todas sus obras, pero en especial en las Meditaciones sobre el amor de Dios. Dicho lugar no se podrá señalar con justicia, si se desconocen los CARACTERES DEL MISTICISMO ESPAÑOL EN EL SIGLO XVI. Entendemos por místicos aquellas almas predilectas que por penetrar más en la inteligencia de las cosas divinas y unirse con más apretado lazo de amor al supremo Bien, participaron más de la vida sobrenatural de la Iglesia de Cristo. Serán, por consiguiente, escritores místicos aquellos que mani- fiesten en sus escritos aquel estado psicológico en el que la inteligencia y la voluntad movidas por los dones misteriosos del Espíritu Santo revelan en ideas y afectos ese endiosamiento del alma íntimamente unida con Dios, Dos son las condiciones que, para juzgar escritos de este género, debe- mos tener en cuenta : la materia sobre que versan y la forma literaria de que se revisten. La materia o asunto es objeto de la Teología mística que estudia las operaciones que el alma realiza cuando sometida al influjo de una acción extraordinaria se encumbra hasta la unión con Dios, en cuanto es posible a una humana criatura. Con tener presente esta definición hubie- ran evitado muchos escritores la confusión en que incurren, clasificando entre los escritores místicos a los que sólo son ascéticos. Ni basta para ser acreedor al dictado de místico tratar incidentalmente alguna de estas ope- raciones, sino que se requiere hacer ver uno por uno los pasos con que el alma avanza por esta escabrosa senda. Por esto no se debe prodigar con demasia- da facilidad la borla mística a doctores ascéticos en cuyas obras sólo se leen conceptos aislados que pertenezcan a la mística. Literariamente considerados, no se apellidan místicos todos los escritos en que se desenvuelve la materia propia de esta ciencia sagrada. La fría pluma del escolástico que desentrañase estos misterios y con árido tecni- cismo psicológico nos describiese los diversos estados por que atraviesa el espíritu para llegar a la posesión de Dios por unión de amor, conquistaría de seguro para el autor el nombre científico de escritor místico, mas no los honores reservados en la crítica literaria para esta honrosa denominación. Porque el nervio del misticismo literario está tanto en el fondo como en la forma, es el férvido afecto que debe palpitar en tales escritos. El misticismo, aunque supone la contemplación de las cosas divinas, no consiste en esa elaboración puramente intelectual, sino en la efervescencia
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