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YOS O TVS CENTENARIO rrg De morali sensu. — VI. De morali sensu quem cavere debet concio- nator. — VII. Quomodo concionator hoc depravato sensu morali uti possit. — VIII. Ubi sermo evangelicus componatur et fiat, — IX. De digressionibus. — X. Ubi ampliandae et dicendae sunt digressiones. — XI. Ubi digressiones inveniantur. — XII. Ubi comparationes inveniantur. XIII. Ubi auctoritates inveniantur. — XIV. Ubi exempla Sacrae Scrip- turae. — XV. De correptionibus. — XVI. Quomodo increpandum sit. -— XVI. De alio modo ampliandi digressionibus. — XVIII. De modo procedendi. — XIX. De introductionibus concionum. — XX. De enar- ratione evangelici contextus. — XXI!. Quod concionator ad omnium utilitatem praedicet. — XXII. Quod evangelicus concionator doceat. — XXIM. Quanam doctrina uti debet. — XXIV. De doctrina ethnicorum. — XXV. Uti concionator habeat delectare. — XXVI. Uti movere. — XXVII. De spiritus fervore concionatoris. — XXVITI. De orationis studio et de- precatione ad Deum. — XXIX. De idiomate et vernaculo sermone con- cionatoris. — XXX, De accentu sententiae. — XXXI. Uti nativae vocis accentus foveatur et conservetur. — XXXII. De aequabili motu artuum, XXXIM. De praedicandi stylo. — XXXIV. Uti recordabitur dum obli- viscitur puncti, — XXXV, De confutatione objectionum. — XXXVI. Uti evangelicus preco suadeat. — XXXVII. A quibus recitandis cavere debet. — XXXVITI. De sermonibus sanctorum. — XXXIX, De sermo- nibus pro defunctis. — XL. Quidnam facere debeat post praedicationem. , Traduciremos algo de estos capítulos y creemos que será ésta la pri- mera traducción que se haga de una obra que en nada desmerece y en mu- chas cosas aventaja a los tratados y guías de predicación que hoy se pu- blican. «El primer medio que nos ayudará para alcanzar el objeto de la predi- cación es la fama de virtud y santidad, porque como observa San Agustín, la vida del predicador habla con la más elocuencia que sus discursos para mo- ver a los oyenyes a que le obedezcan. Sea, pues todo edificante en nosotros; evitemos con la mayor diligencia todo lo que pueda oler a espiritu de disipa- ción, el demasiado cuidado de nuestro cuerpo, el amor de las alabanzas y todo lo que se aparte de las reglas de la perfección evangélica, porque aunque los seglares no estén libres de estos defectos, cuando los ven en predicador, se | disminuye mucho su estimación. »Es preciso distinguir en cuanto al cuidado de deleitar, porque hay un deleite anejo a la palabra de Dios y que se halla en la belleza de las metáforas, en la poesía de los salmos y en las sentencias de los libros históricos y sapien- ciales. Pero hay otra especie de deleite del que debe huir un predicador y es el que consiste en palabras floridas y armoniosas ; no es propio de la dignidad de un orador sagrado tratar de agradar con tales ornalos.

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