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116 FRAY DITEGO DE ESTELLA puestas a manera de imprecaciones sino a modo de predicciones ; pues el im- precar es propio de aquellos que quieren y mo pueden castigar ; el que impreca pide que el castigo sea inferido por .aquel que puede hacerlo. Esto mo con- viene a Cristo, que era Dios y a nadie aborrece y a todos ama ; y si quisiera inferir un mal a alguien lo impondría en seguida sin que nadie se lo impidiese y sin necesidad de imprecar. El ¡Ay! de Cristo es una amenaza eterna por la cual quiere atemorizar a los amadores de este siglo para que busquen los bie- nes celestiales y conculquen los terrenos. Pone en juego todos sus recursos para que observemos la ley de Dios sirviéndose de bendiciones y de maldicio- nes ; pero nuestro corazón soberbio mo es movido mi por halagos mi con terro- res. Además, para que el hombre no crea que puede pecar impunemente en secreto, pone maldiciones ; porque para los que pecan en público ya puso magistrados. La primera maldición la dirige a los ricos ; no a todos sino a aquellos que adoran y sirven a las riquezas ; haciendo esta restricción cuando dice: Los que tenéis aquí vuestro consuelo. Semejante consuelo es camino que conduce al tormento eterno, de donde Abraham dijo al rico Epulón, que estaba en el infierno : Acuérdate que recibiste bienes en tu vida y Lázaro ma- les ; ahora éste es consolado y tú atormentado. »Hay en esta vida ricos de esta clase, semejante a rebaños destinados al matadero, a quienes se permite pacer en pastos prohibidos estando próximos a la muerte. Los malos pacen las flores de esta vida y comen a placer y pasan la vida en los vicios y pecados, que la ley prohibe. Pero no está lejos el carni- cero infernal dispuesto a llevarlos al matadero y a la perdición. Morirán y nada encontrarán de las cosas que disfrutaban, según aquello del Salmo : Dur- mieron su sueño y nada encontraron los varones de las riquezas en sus manos. Con razón dice: Durmieron en sueño, porque su gozo es semejante al consuelo de los que sueñan, del cual dice Is1ías : Así como el sediento sueña que bebe y al despertar se encuentra devorado por mayor sed, del mismo modo el rico al despertar de la muerte. Por lo cual el mismo David dice en otro lugar: Reducirás a la nada sus imágenes como sueño del que despierta en tu ciudad. Dice muy bien imágenes porque como el que sueña no ve las cosas si no su imagen y sin embargo cree que ve las co- sas, así los ricos creen que poseen riquezas verdaderas no teniendo sino riquezas imaginadas y fantásticas. Los prestidigitadores consiguen com sus artes hacerte ver un jardín amenisimo lleno de árboles y frutas ; alirgas la mano para tocar las ramas y coger la fruta y al no encontrar nada juzgas al instante que todo aquello es vanidad, ilusión y mentira. Ahora bien, ¿qué juzgas que es el amador de estas riquezas? Es semejante a un individuo que alimentase víboras en su seno y las animase con su calor para ser devorado por ellas. Así tu ambicionas con calor y atesoras riquezas que después devo- rarán tus entrañas, roerán tu conciencia, sofocarán tu espíritu y pondrán en peligro tu alma. No es extraño pues que diga Cristo: Ay de ti. Por esto
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