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108 ERA Y DIEGO ;DE ESTELLA luna, los cielos y la tierra, sino joyeles preparados por tus manos para darnos a conocer tu amor? Cada mañana, oh alma mía, hallas el universo entero que te aguarda para servirte y para que en cambio pagues en su nombre la deuda de libre amor que debes a tu creador y al suyo. .Todas las cosas te exci- tan a amarle, todas te piden cumplir con su obligación. La voz universal de la creación te invita a ello y proclama su majestad, su belleza y su grandiosidad. Los cielos, Señor, cuentan tu gloria, el firmamento anuncia las obras de tus manos y los hombres no pueden excusarse de oirlo. El cielo silencioso mani- fiesta tu gloria y nos enseña cuál será la mansión de los elegidos, puesto que descubres ya tantas maravillas a los ojos mortales. Oh corazón mío entorpe- cido, ¿cómo el deseo de contemplar tanta grandeza no te levanta hasta las man- siones celestes? ¡Cuán grande es la casa del Señor, cuán vasto el lugar donde residel Y en má mismo encuentro nuevo motivo cuando me vuelvo a este ín- fimo mundo que es el hombre y sumerjo mis miradas en mi alma. Del cono- cimiento de mí mismo paso al de tu profunda sabiduría.» ¿Pero qué significa amar a Dios? (Medit, 50 y 55). Distingamos entre sí el fin y los medios del amor. «La mayor injuria que puede hacerse a Dios es amar sus dones más que a El mismo. La esposa ofende a su esposo cuando prefiere a su persona las alhajas y las pedrerías que la regala. Si mo sois un esclavo, un vil mercenario, amad a Dios por El mismo, buscadlo sólo a El, contentaos con El únicamente por ávido que seáis. Si un hijo obedeciese a su padre, mo porque es su padre mi por piedad filial, sino para asegurarse su herencia, merecería que lo deshe- redasen en provecho de aquel que hubiese cumplido su deber desinteresadamente. La herencia del hombre es la vida eterna ; aquel que aspire mo a Dios, sino a la recompensa que Dios concede, será desheredado. Que si por imposible, podía gustar yo la gloria de los elegidos con la contemplación de la divina esencia habiéndote ofendido, o arder en el infierno, sufriendo todas las penas de los condenados, estando a bien contigo, preferiría ser torturado en lo más profundo de la hoguera poseyendo tu gracia, que gozar de tu gloria, habién- dote ofendido. Mi gloria es que Tú estés satisfecho de má ; mi infierno que estés descontento. Concédeme tu gracia y haz de mí lo que quieras. Dame tu santo amor y dispón de mí a tu voluntad ; si esta es que sufra todos los tor- mentos del infierno, estaré en el infierno como en el paraíso, puesto que en él te serviré y cumpliré tu voluntad. Si me causa horror esa mansión maldita, no es tanto por los tormentos que encierra, sino porque sé que sus habitantes son tus enemigos ; si aspiro a la dicha eterna y a la gloria de los cielos, es menos para mi satisfacción y goce personal, que porque sé que los elegidos son tus amigos y que jamás han de ofenderte. El único deseo de mi alma es mo ofenderte nunca, perserverar sin cesar en tu santo amor. Esto no excede las fuer- zas humanas; Dios mo exige lo imposible. Nos manda amarlo con todo nuestro
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