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FRAY DIEGO DE ESTELLA 104 ESTUDIO SOBRE LA TEOLOGÍA MÍSTICA DE LAS «MEDITACIONES» Son estas Meditaciones, según S. Francisco de Sales, un tratado sobre Dios sumamente afectivo y útil para la oración, revelan un alma poseída del entusiasmo religioso y de la ternura mística. En efecto, habla del amor, no a la manera metafísica de Malón de Chaide, ni en el sentido psicológico de Juan de los Angeles, sino más bien como un director de conciencias y poniendo en el asunto una intención puramente práctica. Cada meditación es el desarrollo de una idea a propósito para inspirar o explicar el amor divino, con el sistema irregular de trozos sueltos, sin más orden que aquel mismo con que se ofrecen al espíritu del autor, sin otro vínculo que la unidad del asunto. La materia es rica, el pensamiento abundante, da a su relato amplificación cumplida, para restringirla de pronto y volver nuevamente a ella. Esta libertad no le salva siempre de la monotonía del tono, en general demasiado exclamativo. Sin embargo, puede desprenderse de este conjunto algo difuso cierto número de ideas madres de que vamos a dar cuenta. Comencemos por la idea de Dios. En la meditación XXIII dice de Dios que es el ser infinito «cuyo centro está en todo lugar y la circunferencia o fin en ninguna parte». No sabemos por qué se ha atribuído la paternidad de este pensamiento a Pascal, que en varias de sus obras confiesa haberse inspirado en la lectura de Fr. Diego de Estella. Fray Diego de Estella no quiere que se imagine a Dios sabio y bueno a la manera de un ángel o un hombre; el ángel y el hombre son buenos por accidente, Dios por esencia ; ninguna bondad, ninguna belleza se aña- de a la suya para hacerle más bello o mejor ; la bondad no se añade a su naturaleza por acrecentamiento, sino que es la bondad, la belleza, la sabi- duría, el poderío infinitos. Y así de todos sus demás atributos, que no posee como el hombre, por participación, sino esencialmente. «Con todo, no ex- tendáis esta analogía a las demás propiedades naturales; no llaméis a Dios blancura o color, como le llamáis poderoso o sabio, que no es blanco, ni colorado como es sabio y poderoso». (Medit. 53). Hay aquí gran analo- gía con las ideas platónicas contenidas en los diálogos Parménides y La República, lo que no es de extrañar, dada la formación clásica y sanamente renacentista que recibió Fr. Diego en Salamanca. Difícilmente comprendido, a Dios se le conoce fácilmente por sus obras, «Todo cuanto veo me invita a conocerte, ¡oh mi Señor y mi Dios! Así como

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