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Yo SU EVCENTENARIO 103 ¿por qué no muero por la verdadera? Si tanto hago por ésta, ¿por qué no trabajo, por alcanzar lo que según verdad se llama vida? Cuándo llegó a ti aquel man- cebo a preguntarte lo que haría para alcanzar la vida eterna, le respondiste, diciendo : Sí quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. No le di- jiste, sí quieres entrar. en la vida eterna, así como él había preguntado, sino si quieres entrar en la vida, porque absolutamente por este nombre vida, no se entiende esta vida de aquí, sino la vida eterna. ¿Pues cómo alcanzaré yo esta vida? Dando a mi alma vida de amor, porque como el infierno es sepultura de muertos, así el cielo es casa de vivos, según aquello del saimo : Tú eres mi Dios y tendré mi herencia en la tierra de los vivientes. Vive, pues, alma mía, vida de amor, si quieres vivir para siempre en el cielo y si mo amas y estás muerta, oye lo que la misma vida te está diciendo : Yo soy resurrección y vida; resurrección para los pecadores y vida para los justos. De los pecadores resu- citados de la muerte del pecado a la vida del divino amor dice S. Juan : Somos trasladados de la muerte a la vida porque amamos. Bien ves como el amor resucita a los muertos y da vida y el que carece de este amor, aunque viva en este mundo, júzganlo Dios y los ángeles por muerto y los demonios no tratan sino de su sepultura y en qué lugar del infierno lo aposentarán para que lo apaciente la muerte. Al que vemos no tener pulso y estar ya frío tenémosto por muerto ; así los demonios al hombre que ven carecer de pulso y movimiento espiritual y que no tiene calor natural de amor ¡úzganlo por muerto, conociendo que le falta la vida del amor. Porque quieres, Señor, que vivamos todos, a todos nos mandas amar y pusiste la vida en el amor, porque vivamos sin trabajo, pues amar es oficio sabroso y deleitable. Muchos veo, Señor, en el mundo que ganan su vida con el sudor de su cara y cercan el mar y la tierra por ganar su vida y todos estos trabajos tienen por bien empleados porque con ellos ganan de comer para sustentar la vida. Oh Criador nuestro y cuan bueno eres, Señor, en los mandamientos que mos mandas guardar, pues pudieras poner duros preceptos para que con muchos trabajos granjeáramos la vida del alma, pues con tantos sudores adquirimos y negociamos la vida del cuerpo, pero no quisiste sino darnos tan de balde la vida del alma que la alcanzásemos con suavidad y deleite, mandando que amásemos. Oh precepto jocundo! Oh, mandamiento soberano y lleno de todo sabor y dulzura, pues aunque quieres, Señor, que tra- bajando gane de comer para el cuerpo, no quieres sino que amando y holgando gane vida para el alma.» No basta, ni mucho menos, la cita de la precedente meditación para formar idea del escritor místico ; la hemos puesto como preliminar nece- sario que nos manifiesta la forma sencillísima del molde en el que como en ánfora de correctísimas líneas vació las esencias de su mística contem- plación. A === po
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