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102 EKEY DIEGO-DE:ESTELEAS en tu santo y divino Amor es llamada vida y la de los pecadores muerte. Esta vida corporal no es otra sino tener el hombre dentro de sí una ánima que da forma al cuerpo, mediante la cual sentimos, oímos, vemos y hacemos todas las operaciones y efectos de vida. Pues como la vida del cuerpo consiste en tener dentro de sí una ánima, según la cual el cuerpo se menca, siente y anda, así consiste la vida del alma en tener dentro de sí otro espíritu que eres Tú mi Dios, según el cual vive nuestra ánima y se mueve para hacer obras de vida, de gracia y meritorias de vida eterna. Por lo cual, Señor, hablando tu santo apóstol de la vida que das a nuestra alma con tu presencia dice que en ti vivi- mos y nos movemos y somos. Tú eres amor y con tu presencia vive nuestra alma, como está muerta cuando no te tiene consigo. Marta dijo que si tú estu- vieras presente, no muriera su hermano Lázaro ; como en tu ausencia cor- poral murió Lázaro según el cuerpo y resucitó con tu presencia, así tu ausencia espiritual causa muerte en el ánima, como nos da vida de gracia tu presencia. Y como la presencia del ánima da calor al cuerpo con cuvo calor natural vive, de esta manera tu presencia que es vida del alma la da un calor que es la ca- ridad y amor que tiene al alma, cuando estás en ella. Pues si quieres saber, ánima mía si estás viva o muerta, mira si amas a tu Dios ono. El queno ama está en la muerte. Como deseas vivir así has de amar a tu Dios, pues es cami- no, verdad y vida. Busca, alma mía el verdadero amor y trueca este amor terreno por aquel amor celestial y divino de tu esposo Jesucristo, pues en estas cosas temporales no hay amor verdadero, ni permanente, donde tu gusto no siente la dulzura, ni suavidad de su Criador. No consiste tu vida en letras y sabiduría, ni en posesión de grandes riquezas y altos estados, sino sólo en amar a tu Dios. ¿Quieres vida? No hay cosa más amada, pues por ella dice la Escritura que dará el hombre todo cuanto posee. Si tanto amo la vida del cuerpo, que depende de tener en sí el alma, mucho más debo amar la vida del alma, pues su presencia es causa de la vida del cuerpo que tanto amo. Mejor es la causa que el efecto y si la causa de la vida del cuerpo es el alma, mejor es la vida del alma que la del cuerpo. Así debo yo amarte, Dios múto y mi Se- ñor, sobre todas las cosas por dar vida a mi alma, pues si ésta no tiene vida morirá para siempre con el cuerpo y si vive, será contigo en perpetuo descanso en el cielo. Y si tanto amo esta vida corporal, mucho más debo amar la vida del alma, pues con su vida hago perpetua la vida del cuerpo. Oh, cuanto más debes trabajar, alma mía, por gozar de aquella verdadera vida eterna y bien- aventurada. Esta es transitoria, aquella perpetua ; ésta momentánea, aquella estable ; ésta mudable, aquella inmovible y fija ; ésta sujeta a trabajos y miserias ; aquella exenta de toda corrupción y molestia, ésta cautiva y cer- cada de muchas enfermedades y trabajos ; aquella libre de toda calamidad y zozobras ; ésta mo es vida sino muerte prolija y aquella es vida verdadera donde viven los hombres seguros de mo morir, gozando con Cristo en la gloria. Si esta vida es tan amada, ¿por qué no es querida aquella? Si ésta tanto deseo,
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