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Y "SU EV GENT-ERA RIO Or sobre la moral por costumbre y de memoria ; no piensa por cuenta de otro, si no es por cuenta de Dios y parece que uno va asistiendo a la generación interior de las ideas y sentimientos que intenta comunicar. En una pala- bra, su estilo es el reflejo de su vida proyectado sobre sus obras, donde cam- pean el profundo conocimiento de las cosas de Dios y de su trato, una con- sumada experiencia en la manera de enfrenar las pasiones, purificar el es- píritu, alejándolo de los peligros y una rarísima discreción para conocer los caminos que conducen a las altas cimas doradas por los rayos de la cla- ridad eterna. LAS MEDITACIONES DEL AMOR DE DIOS Fiel a mi propósito de escuchar a los críticos que me han precedido, con sumo gusto y honor me dejo llevar de la mano, como discípulo del clásico Ricardo León, que dice bellísimamente en el Prólogo de la edición de las Meditaciones de 1920 lo que sigue: «... sus efusivas Meditaciones son centellas de franciscana ternura, braserillo de encendidos afectos, según la frase del Maestro Menéndez y Pelayo, y constituyen un florilegio teoló- gico, una filosofía del Amor ; pero no en forma abstracta, según los pro- cedimientos escolásticos, sino al modo espontáneo, artístico y familiar, henchido de emoción, extasiado en el sentimiento de la naturaleza, lleno de imágenes sensibles con que gustan expresar sus amartelados pensamien- tos los discípulos del santo de Asís... Obra a la vez, de cienciay de arte, de poesía y de piedad, es un breviario para todas las almas. Nuestro fraile español escribe uno de los himnos más fervorosos y elocuentes, más derre- tidos y franciscanos que en lenguaje de Castilla pudo cantar un alma de poeta en alabanza de su dulce Dueño.» Este libro se compone de cien meditaciones y apareció en 1576. Como muestra del estilo copiamos una de las meditaciones escogida al azar. «Cómo el amor de Dios es vida de nuestra alma». Med. 46. «Mucho te debo, señor, amar pues tu santo amor es vida mía. Entre las cosas que los hombres aman ninguna cosa es amada como la vida. Por com- servarla toma el enfermo jarabes y purgas y consiente que le saquen su sangre y permite que le corten cualquier miembro de suscuerpo por no perder su vida, Cualesquier trabajos por grandes que sean, sufre el hombre por vivir. Aun- que esta vida que tanto aman los hombres mo se puede llamar proptamente vida, sino sombra de muerte y una imagen de vida, por lo cual llamó el Após- tol muertos a los colosenses. En la Escritura sola la vida que los justos viven
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