BCCPAM000R14-4-09000000000000

Y SU IV CENTENARIO 97 este vicio huir de la ociosidad, pues ella da lugar a los malos pensamientos. La Escritura dice que mucha malicia enseñó la ociosidad. Y en los Proverbios también está escrito: Arde en deseos todo hombre ocioso. El que está ocupado es tentado de un demonio, pero el ocioso de muchos demonios es combatido y tantos son los que lo tientan cuantos son los malos pensamientos que le acuden. La abstinencia de los manjares y aspereza de vida es remedio maravilloso con- tra este vicio. Quita la leña al fuego, quitando de ti el vino y los muchos man- jares y no arderá la concupsscencia. Salomón dice en los Proverbios que fal- tando la leña se apagará el fuego. Grande milagro será escaparte de esta muerte, comiendo y bebiendo espléndidamente y viviendo en regalos. El Sabio dice : El que cría delicadamente a su siervo lo hallará contumaz. Arma a su enemigo el que da a su cuerpo regalos y deleites. Muy alabada es en la Escritura la castidad de Judit, pero de ella está escrito que se vestía cilicio y ayunaba cada día excepto las fiestas. Dios dice por un profeta: Esta fué la maldad de So- doma, ociosidad y hartura de manjares ; porque aquellos sodomilas vivían ociosamente y comían mucho vinieron a ser tan abominables pecadores en el vicio de la carne. Con agua de lágrimas matarás el fuego de la sensualidad. Acuérdate del fuego del infierno donde arderán perpetuamente los sensuales, Dura cosa te parecerá resistir a la tentación, pero más duro es ser atormentado en el fuego del infierno donde arderán perpetuamente los sensuales. Un ar- dor vence al otro y la memoria del fuego infernal mata la codicia de la carne. Si entrare el amor de Dios huirán de tu corazón todas estas vanidades. Ten siempre la muerte en la memoria y guardarás con facilidad lo que te parece dificultoso. Las cenizas de la víbora quemada son saludable medicina contra la mordedura de la misma víbora. De esta manera la memoria de las cenizas en que han de ser convertidos nuestros cuerpos es medicina provechosa para matar y vencer este vicio. Ninguna cosa vale tanto para domar los deseos de la carne como pensar qué tal ha de ser después de la muerte. Mira la fealdad y abominación eñ que han de ser resolvidos (sic) nuestros cuerpos y contempla en viendo algún cuerpo hermoso, qué tal estará después de muerto, los ojos hundidos, las narices cortadas, la boca rasgada, el color amarillo, y la calavera pelada, y sin cuero, porque teniendo todo esto como presente en tu memoria servirás a Dios en cuerpo casto y limpio y después le gozarás para siempre libre de aquellos fuegos infernales donde arderán los hombres que como brutos fueron en este mundo tras sus apetitos sensuales.» Leído este capítulo, se ve que las cualidades que más resaltan en el estilo de Fr. Diego son la solidez del pensamiento y la sencilla concisión. Por la primera cualidad, a medida que se va leyendo se ve forzado el en- tendimiento a asentir a cada una de las proposiciones, que parecen rebosar una verdad enjundiosa. La concisión cuando no cede en menoscabo de la claridad es señal de dominio literario. Los entendimientos vulgares así

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz