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Y SU IV CENTENARIO ceta. Se nos dirá que es demasiado subjetivo nuestro criterio, pero aparte de que en literatura es frecuente y aun universal tal achaque, diremos también que es un subjetivismo fundado en la realidad, que aquí está re- presentada por la obra misma que juzgamos, La segunda parte lleva por subtítulo: «De las perversas costumbres y engaños del mundo». Tienen también los capítulos el mismo carácter de antítesis que en la primera parte. Citaré algunos: «De los falsos pro- metimientos del mundo» (c. 4) y «De como da Dios más de lo que promete» (c. 5) ; «Del pesado yugo del mundo» (c. 14) y «De la suavidad del yugo de Cristo» (c. 15) ; «De la pusilanimidad de los mundanos» (c. 30) y «Del ánimo de los buenos» (c. 31) ; «De los bandos y discordias del mundo» (c. 34) y «Del bien de la concordia» (c. 35). Escrita esta parte para los proficientes o que van adelantando en la vía de la perfección, trata en particular de las virtudes y de los vicios y para que el lector se dé cuenta de la difícil facilidad con que expone la doc- trina ascética vamos a copiar uno de los capítulos con los cuales sucede algo parecido a lo que sucede con los artículos de la Summa Theologica de Santo Tomás, y que ha sido causa de que se le tilde de monótono, siendo así que rarísima vez se repite en sus escritos. Esta acusación de monotonía es la que más repiten los críticos, y deseando nosotros hallar la causa, nos parece encontrarla en que hay obras como el Kempis, los libros sapien- ciales de la Sagrada Escritura y en general todas las de mucho fondo y gran plenitud de ideas que no admiten una lectura rápida y carecen de ese interés novelero tan distinto del hondo y verdadero interés. Véase la muestra : Cap. 98. «Del remedio contra el pecado sensual», «Huid de toda fornicación dice el apóstol a los Corintios. Esta victoria más se alcanza huyendo que esperando. José huyendo de las manos de su deshonesta señora, alcanzó victoria de este enemigo. Como te apartas del fue- go porque no te queme, así debes huir de este fuego infernal. Si luchas con uno que está todo enlodado y sucio, aunque lo venzas y derribes mo dejarás de quedar sucio ; así el que con este vicio quisiere pelear a brazos, aunque ven- za no quedará del todo limpio. Por eso dijo el Eclesiástico : El que tocare la pez será de ella enlodado. Tampoco es cordura pelear de cerca con el enemigo a quien cuanto más te llegas cobra mayores fuerzas. Tal es este pecado. Tu cuerpo que estaba pacífico se convierte en enemigo. Porque como temería el rey dar batalla a sus enemigos cuando cree que de su campo se han pasado muchos a los contrarios y le son traidores, así debes temer entrar en campo con este enemigo, pues el cuerpo hace oficio de traidor contra ti en aquella ba- talla. Por lo cual es mucho más seguro huirla que esperarla. No te fies de tl mismo, ni confíes en la castidad pasada, porque muchos después de muchas

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