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= 669 = mitiva y se dirigía á la Iglesia de Santa Cruz de Jerusalén, en donde después de oficiar la Misa, procedía á la solemne bendición de la rosa. Enseguida la mostraba al pueblo, pronuncian- do una breve alocución en elogio del color, perfu- me y bellezas de esta flor y explicando su miste- rioso significado, que no es otro que el que ya de- jamos dicho. Consérvase un sermón predicado con este objeto por Inocencio III (siglo XII) en la Basí- lica de Santa Cruz de Jerusalén, en el cual, al pre- sentar el Romano Pontífice al pueblo la Rosa ben- dita, dice Inocencio: «Si la Rosa de oro representa á Jesucristo, el tallo sobre que descansa es el So- berano Pontifice». Después de mostrada al pueblo la Rosa, salía el Papa de la Iglesia, y puesta la tiara y los orna- mentos pontificales, montado en un caballo cuyas riendas solía llevar el Prefecto de Roma, y acom- pañado de todo el Sacro Colegio de Cardenales y de gran séquito, se dirigía á su palacio de Letrán, atravesando la distancia que media entre ambas Basilicas, llevando en una mano la Rosa simbólica y dando con la otra su bendición á la multitud de fieles que acudía con muestras de respetuosa ale- gría. Al llegar á los umbrales del palacio, si había algún principe en la comitiva, ó en su defecto el Prefecto de Roma, se acercaba á tener el estribo y á ayudar al Santo Pontífice á apearse del caballo, recibiendo después, como recompensa de su filial cortesía y humilde adhesión al Vicario de Jesu- cristo, este símbolo bendito, objeto de tantos hono- res y regocijo tanto. El agraciado, aunque fuese un Rey, se hincabyg
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