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= 62 metidos, viendo que no les seguian la mayor parte de su Milicia, abandonaron el edificio del Ministe- rio de la Gobernación, donde se habían parape- tado. La ida del General Pierrad á Tarragona hizo acelerar el movimiento republicano, antítesis del carlista, no del liberal, sino en la forma. Al entrar aquel en la ciudad, el secretario del Gobierno Cci- vil, gobernador interino, trató de impedir algunos desmanes, y fué asesinado de una manera tan bru- tal y prolongada, que el parte oficial decía con frase poco escogida pero gráfica, que habian hecho con él herejías (20 de septiembre). La milicia de Tarragona fué desarmada, y pre- so el General republicano: protestó la de Barcelona y acudió á las armas; levantáronse barricadas, pero la autoridad logró barrerlas con la artillería en una noche. Subleváronse enseguida muchas po- blaciones de Cataluña, y se supo que dieciocho di- putados republicanos habían jurado en Lérida, po- cos días antes, sublevar sus provincias. Cortáronse los ferrocarriles y telégrafos en varios puntos de España: la insurrección cundió en breve por AÁra- gón, Valencia, Murcia, Galicia y Andalucía. El Gobernador civil de Orense fué preso, y el Capitán general de Valencia derrotado y acorralado por la milicia con no pocas pérdidas (S de octubre.) Lo- gró el de Zaragoza á duras penas dominar á los sublevados (9 de octubre) que no llegaban á mil, faltos de dirección y escasos de municiones; pero atacaron al arma blanca, apoderándose de dos pie. zas de artillería. Béjar, Reus, La Corolina, Man- resa, Cervera y otros puntos proclamaron la re- pública, y la sublevación de Valls (día 4) adquirió

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