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= 64 = la revolución ha mendigado un monarca por todas las Cortes de Europa. En vano los moderados han presentado al príncipe Alfonso, hijo de su destro- nada reina, y Montpensier ha prodigado sus tesoros para sí y su esposa Fernanda de Borbón. La reyo- lución no los quiere. Esta se ha postrado en vano á los pies del rey de Portugal, del padre del rey de Portugal, de un hijo de la reina Vitoria, del primo de Napoleón, del duquesito de Génova, del duquesito de Aosta, de dos alemanes de apellidos revesados para bocas españolas, del duque de Bravante, y todos, ó casi todos, han huído de la corona de España como de un espectro. Le quedan para un caso de apuro Es- partero, Prim y Serrano, y en último extremo la república unitaria. El nieto de Don Carlos, con el título de Duque de Madrid, se presentó á combatir la revolución y disputar el trono desde antes de estallar aquélla. Veíase tan inevitable, que ya en agosto del 68 principiaron en Londres los trabajos para la reorganización del partido carlista, el cual desde principios de este año se presentó ya nume- roso y entusiasmado. Los insultos de los caciques, las agresiones del gobierno contra la religión y el clero, y las blasfemias de los ateos, llevaron á las filas carlistas á muchos indecisos, y animaron á los vacilantes. Con fecha 30 de junio, dió Don Carlos desde París, un programa de gobierno en carta dirigida á su hermano Don Alfonso. Abrió un empréstito, que fué cubierto en breve tiempo; pero la impa- ciencia de los comprometidos hizo abortar todos los planes antes de tiempo, y fueron descubiertas las inteligencias que había con la guarnición de

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