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= 62% = clero, varios magistrados y personajes políticos, y aun los republicanos, se negaron á prestar el jura- mento. El gobierno había suprimido el nombre de Dios en la fórmula, y en Madrid y en otros puntos, los mismos que juraban, hacian objeto de befa y de ludibrio una cosa que siempre se miró en España con gran seriedad. El señor Zorrilla, el más revolucionario de todos los ministros, tuvo la grotesca ocurrencia de traer á Madrid los restos mortales de varios perso- najes célebres, inaugurando un panteón nacional en recuerdo de la Constitución, que se ha llamado expósita, por no haberla querido reconocer y jurar sus mismos padres y autores. Al mismo tiempo en las Universidades y establecimientos literarios se palpaban los tristes resultados de la llamada liber- tad de enseñanza, introducida torpemente por aquel ministro malvado. Los estudiantes se presentaban á examen sin haber estudiado nada; en varias par- tes maltrataron á los catedráticos y ganaron por el terror certificaciones de lo que no habían estu- diado ni menos aprendido. Así se llenó España de abogados que ni para estudiantes servían, y de médicos que no servían ni para veterinarios. El general Serrano y Domínguez que destronó á su querida Reina en Alcolea, fué hecho regente del reino; y sostuvo á todos los ministros revolu- cionarios, menos á los señores Lorenzana y Ayala, que salieron de Estado y Ultramar. Todos los de- cretos revolucionarios dados por el gobierno pro- visional, fueron elevados á la categoría de leyes, y con eso quedó cerrado á fines de junio el período llamado constituyente. Había monarquía, pero no había rey. En vano

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