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También las naciones mueren, y no siempre re- sucitan. Polonia es buen testigo de esta verdad. El Consejo de Castilla se hallaba invadido por la francmasonería; la Inquisición suprema por el jan- senismo; la familia real... por el funesto Godoy. Que la nación estaba descontenta, es indudable. No ha- biendo medios de hacer comprender al Rey la ver- dad, pues los hombres de virtud y energía esca- seaban, y sobre todo en la corte, se acudió al me- dio reprobado y anticatólico de las insurrecciones. Fraguóse una conspiración. El Rey acababa de fir- mar con Francia un tratado funesto y vergonzoso, por el cual Godoy quedaba príncipe de los Algar- bes (27 octubre 1807). Tres días después, el Rey prendió por su mano al principe de Asturias en el Escorial, ocupó sus papeles y le mandó formar causa, nombrando una comisión de once individuos del Consejo. Estos absolvieron á Fernando, deste- rrando á varios de sus más allegados servidores; pero la historia no le absuelve, y su fallo está por encima de las sentencias de los tribunales y Con- sejos. Y no le absuelve, porque él mismo se confesó culpable, y á pesar de eso volvió á conspirar con- tra su padre poco después, y en la segunda cons- piracióntriunfó y logró destronar á sus padres, á quienes tampoco absuelve ni absolverá la historia. Durante el siglo XVI, y aún en el siglo XVII, el ejército español se mostró á veces insubordinado y levantisco; pero aquellos soldados, tan famélicos como aguerridos, siempre mal pagados y peor aten- didos, se sublevaban por las pagas; ahora se paga 4 los soldados para que se subleven. Durante el sí- glo XVIII nuestra historia no registra ninguna su-

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