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= 596 = sidencia, ocupada sucesivamente por todos los Ar- zobispos que acudieron al Concilio. Este llegaba ya á su término con toda felicidad, cuando la en- fermedad imprevista de uno de los más ilustres miembros llenó de consternación á todos los Padres del Concilio. Monseñor Ramón Angel Fara, Obispo de San Carlos de Ancud, en Chile, se sintió afec- tado de tan maligna fiebre que le obligó á guardar cama, y con tan desconsoladora rapidez creció la enfermedad, que, á insinuación de los facultativos y cediendo á instancias del ilustre paciente, se creyó necesario concederle los auxilios de la Re- ligión. Difícilmente en semejante trance cristiano alguno se ve acompañado de tantos ilustres per- sonajes. Espectáculo conmovedor era ver agolpa- dos á la puerta de la habitación del Prelado chi- leno, á una multitud de Obispos, sacerdotes, y á la Comunidad toda, orando devotamente por la salud del enfermo, mientras el Padre espiritual de la casa, R. P. Costa, le administraba los Santísimos Sacramentos, Viático y extremaunción. Felizmen- te éstos operaron maravillosamente en la enferme- dad del Obispo, y al poco tiempo se pronunció en él una notable mejoría, que creciendo paulatina- mente le sacó de peligro, en atención sin duda á las numerosas súplicas que todos los presentes ele- varon al Señor durante la cruel enfermedad para que prolongara tan preciosa existencia. El mori- bundo se encomendaba á la Virgen de Luján. Terminado el Concilio se celebró una misa pon- tificada por el último presidente de las sesiones. Por la tarde, reunidos todos los prelados en el aula conciliar, leyóse el acta de clausura que fué firmada sucesivamente por todos. Luego, formados

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