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= 504. = se considera como no existente, y se vuelve á em- pezar de nuevo quemando los papeles. Otra vez todos los Cardenales tienen voto. Cuando en un escrutinio ó acceso un Cardenal ha reunido las dos terceras partes de las notas, la elección queda canónicamente terminada, y falta tan sólo llenar una formalidad. Se eligen por suer- te, tres Cardenales diáconos, los que con el nom- bre de recognitores ó revisadores, proceden á com- probar por última vez la regularidad y el valor de las operaciones practicadas, examinando si todas las cédulas se han confrontado y leído con exacti- tud, si se ha incurrido en algún error, ó infideli- dad en la publicación de las notas, y hallando to- do en regla, la elección se tiene por subsistente. A partir desde este momento, se acaba la obli- gación del silencio, cesan las amenazas de exco- munión, y el último de los Cardenales diáconos toca una campanilla, y abriéndose las puertas del Cónclave entran los maestros de ceremonias y el secretario del Sacro Colegio, cerrándose nueva- mente la capilla. El Cardenal decano y el Camar- lengo, acompañados de otro maestro de ceremo- nias y de varios testigos, se adelantan hacia el Cardenal elegido y le preguntan si consiente en su elección por estas palabras: Acceptas ne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem? Respondiendo afirmativamente, le ruegan de- clare el nombre que quiere imponerse, y sabido el que ha elegido, se levanta auto con expresión de todas las circunstancias por el primer maestro de ceremonias. Estos son los momentos más solemnes. Hasta entonces todos los reunidos en la Capilla eran

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