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545 plata en la frente del difunto para anunciar su fa- llecimiento y levantar acta de la defunción. La presencia de aquellos Purpurados eminentísimos que todos han debido su elevación á la benevolencia del difunto, el acto de velarle las manos y el rostro por aquellos que le habian sido más allegados en el servicio doméstico, la asistencia de todos los fa- miliares, el triste significado de las oraciones que se recitan y demás ceremonias que se practican, el lugar mismo en que esto se verifica, que recuerda la gloria y magnificencia mayor con que tantas ve- ces se ha presentado allí dejando atrás á todos los Principes y Reyes y emperadores del mundo, la hora misma en que derramándose sobre la tierra las sombras de la noche convida á la melancolía y á la meditación sobre lo transitorio de las gran- dezas humanas, este triste conjunto hace que no pueda presenciarse sin lágrimas un acto en que van á desaparecer de la vista de los vivientes, para no reaparecer hasta el fin del mundo, los mortales restos de un hombre que poco há ocupaba la más sublime dignidad y el punto más eminente sobre la faz de la tierra. ¡Cuántos hombres, cuya gravedad les hacía parecer imposibles, y cuya grandeza de alma les hacía rayar en una insensi- bilidad estóica, no han podido menos de rendir el tributo de una lágrima al presenciar este acto fú- nebre y religioso! Durante los días en que se celebran los fune- rales, los Cardenales, luego de terminada la fun- ción religiosa, tienen las congregaciones acostum- bradas para prevenir y arreglar todas las cosas necesarias para el próximo cónclave. En ellas se confirma en su cargo á todos los empleados, se eli- 40
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