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= 544 = viste con sotana blanca, alba, dalmáticas y demás ornamentos pontificios, incluso la casulla encarna- da, palio, fanone, guantes, anillo, sandalias encar- nadas y mitra. El mayordomo cumple la triste ce- remonia de cubrir el rostro al Papa difunto con un velo blanco, cubriéndole igualmente las manos el ayuda de Cámara con otro velo semejante. Hasta el último Papa reinante de derecho y hecho, Gre- gorio XVI, se observó colocar una bolsa de ter- ciopelo que contenía otras tres más pequeñas, una con medallas de oro, otra con las de plata, y la tercera con las de cobre. Estas medallas representan por el anverso el retrato del Pontífice, y por el reverso los actos más gloriosos de su pon- tificado. En la caja mortuoria se coloca un tubo con un pergamino donde están escritas las memo- rias del finado: Cerrada la caja, los Cardenales creados por el Papa difunto, hacen entrega de ella á los canónigos, éstos la colocan dentro de otra ma- yor, sobre: la que están esculpidas las armas del Pontífice, y una inscripción con su nombre y el tiempo que vivió y reinó. Sellada esta caja con los del Cardenal Camarlengo, Cardenal Arcipreste, Mayordomo y Cabildo, se encierra dentro de otra caja y se coloca en el nicho de que se ha hecho men- ción. A estos actos, no sólo tienen la obligación de asistir todos los Cardenales creados por el Papa fa- llecido, sino que deben también costear ellos el sepulero donde después descansarán definitivamen- te sus restos, cuando se les saque para que ocupe el nicho el sucesor. Entre todas las ceremonias con que es solemnizado el entierro de los Papas, éstas son sin duda las más tristes, después que el Camar- lengo ha dado los tres golpecitos con el martillo de

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