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— $30 = quien pone mancilla y duda en cosas que hacen extremecer de espanto á los malditos espiritus con su imponderable evidencia? Cortamos lo siguiente del diario católico de Buenos Aires, «El Pueblo» para que sepan todos nuestros lectores, creyentes é incrédulos, que en la Iglesia Católica hay siempre milagros á la vista de todo el que tenga ojos y quiera ver. «EL MILAGRO DE S. JENARO EN NÁPOLES.—AÁsis- tencia del Duque de Aosta y de la Duquesa Elena. ¿Aconteció el milagro? Para aquel que tiene fe es cosa fuera de duda. La Sagrada Escritura está llena de prodigios como los que se narran en el Nuevo Testamento. Muy dueño es Dios de suspender las leyes de la naturaleza por El establecidas, á fin de hacer res- plandecer su poder ante los hombres y excitar á menudo el mérito de sus mártires y santos. ¿Quién puede restringir la omnipotencia de Dios? Aquel que niega el milagro no es más que un vil blasfemo; porque de hecho afirma que Dios no tie- ne el dominio de todas las cosas, y que éstas no pueden obedecerle. Los milagros han tenido lugar y se efectuaron siempre, primero en el pueblo elegido, y luego en la Iglesia, porque en ella impera siempre el supre- mo Hacedor de todas las cosas. Y, lo que es más de notar, el milagro no puede tener lugar sino en el seno de la verdadera Iglesia, porque él es una confirmación de su verdad; y Dios no se presta jamás á confirmar con portentos la he- rejía ó el cisma. Por otra parte, todo cuanto acontece á nuestro alrededor, ¿no es en realidad otra cosa que un con-

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